Un correo electrónico.

Cómo explicarte, que te quiero, que te amo, por lo qué eres y, también, por lo qué no eres, cuando estás a mi lado; y hasta cuando no te veo, sé, a ciencia cierta, que te amo. Por esa sonrisa tan tuya, tan sincera, por mirarme siempre con esos ojos negros y grandes, cual gacela. Por confiarme tu vida, por atreverte a compartir la mía, porque eres todo Amor y, amor, eres mi dicha.
Cómo explicarte que el después no me importa, que sólo el ahora quiero sentir contigo, que arda la primavera y que se la lleve los olvidos, que tú y yo sabemos que, juntos, mucho más que podemos. Que no habrá flor seca y muerta que no la usemos para el nido donde amarnos locamente, sin eufemismos.
El después, el después no me importa, que si quisieras una cama de cedro y un colchón especial yo arrendaría hasta lo que no tengo para tus deseos colmar. Por suerte, no es así. Tú te conformas con una cama limpia y bien hecha, aunque sepas que a mí sin sábanas me da igual. Pese a que son ciertas mis razones, y las tuyas, pues a los dos nos encanta deshacerla y tener unas limpias mantas bajo las que poderte abrazar.
Cómo explicarte que te amo, eso tan difícil de contar, eso que se resume en una palabra y que en los infiernos en los que he vivido, nunca se llegó a nombrar. Por eso sé que vales tanto, tanto y más. Qué fuiste patito feo. ¡Oh, mi cisne! Algo que jamás podrás olvidar. Cosa que te hace tan humilde que no entiendes la admiración que suscitas al volar. ¿Todavía no sabes que te amo? ¿Qué te he de recitar? ¿Esas lágrimas tuyas por todo, ese ansias por todo para los demás? Si eres más buena que comida caliente para un hambriento y, además, hueles a sexo y a felicidad.
¿Qué por qué te quiero?
Pues por todo esto, y más.