UN ENCUENTRO ANTIGUO

Allí está, acabo de descubrir su sonrisa antigua y un paraguas marrón oscuro que me resulta familiar. Durante unos segundos me entretengo intentado recordar si ese paraguas marrón, bajo el que se cobija, es el mismo paraguas marrón de hace veinte años. La última vez que la vi también llovía y también llevaba un paraguas marrón, o eso creo recordar, porque nunca estaré seguro de haber sido capaz de mantener intactos los recuerdos. Puede que el paso del tiempo y mi propia y deformada memoria hayan alterado los detalles hasta construir un escenario falso que me guste más o que, al menos, se ajuste más a cómo quise que fueran las cosas.

No quiero que me vea todavía. Necesito un poco de tiempo, necesito hacerme algunas preguntas ridículas pero necesarias. Me gustaría colocarme delante de un espejo y observar mi rostro. No estoy seguro de haber cambiado tan poco como ella. Ni siquiera estoy seguro de que me reconozca, al menos no con la misma facilidad con la que yo he descubierto su figura frágil debajo de la lluvia. Repaso con rapidez las posibles diferencias, tengo menos pelo, las canas han dejado de ser una promesa, he engordado y las arrugas dibujan líneas caprichosas alrededor de mis ojos y mis labios. Por un momento envidio la habilidad maquiavélica de algunas mujeres para jugar al escondite con el paso del tiempo.

Nunca logré olvidarla del todo. Cuando parecía que, al fin, un vacío parecido al olvido se la había llevado para siempre, su recuerdo resurgía y durante unos días, como si intentase recuperar el tiempo perdido, su presencia se volvía tan nítida e intensa que lograba superponerse al resto de las presencias de mi vida. Esos días paseaba por la ciudad con la tonta esperanza de encontrármela en cualquier momento, tal y como estaba en ese instante, con un paraguas marrón y una sonrisa antigua.

Me he acostumbrado a compartir con ella el vacío de infinitas horas muertas y, desde hace algún tiempo, cuando tarda mucho en reaparecer la echo de menos. La ausencia de su recuerdo me desasosiega mucho más que aun su recuerdo, si es que eso es posible.

De igual forma que no se si es posible que este instante sagrado en el que contemplo su imagen transcienda al plano de lo real. Tampoco se si eso es lo que deseo. No se si quiero manchar este momento con palabras absurdas, frases entrecortadas por el filo de una navaja más cruel aún que la del tiempo. Llegar a su lado y pronunciar en voz alta su nombre, dejar que las breves sílabas que la nombran se balanceen por el aire con una sonoridad idéntica a la sonoridad del resto de los nombres. No se si es eso lo que quiero. No se si el sueño debe hacerse realidad o es mejor que continúe anclado en el pozo profundo de los deseos incumplidos.

Y sólo dispongo de unos pocos minutos para decidirlo.

 

... y con una gran habilidad para cambiar el género y ubicarte en otros tiempos. Me atrapó.
Me hizo sentir del otro lado del que relata: por un ratito pasé a ser esa mujer del paraguas marrón.

¡Felicitaciones, Scarlata!.

Un abrazo desde Buenos Aires.

 

UN PLACER LEERTE ME ATRAPO ESTA HISTORIA EXCELENTE MI AMIGUITA DEL TIEMPO QUE EXCELENTE :roll: MAGISTRAL BESOS TE QUIERO UN BESO DE TU AMIGA LUZ

 

Gracias Ciela... Me alegro si te gustó y si te sentiste como la mujer del paraguas marrón, más aún. Besotes

 

Gracias de nuevo, Luz, como casi todos los días. Beso mil

 

Scarlata ¡hija que completita!, tan buena en prosa como en verso. Me ha encantado.

Un besazo enorme.

Ana

 

Gracias Ana, te cuento un secreto???? creo que la prosa me gusta mas... jajaja. Besotes