Un escritor loco y desnudo

Nota: Con esta prosa quise revelar una idea primitiva, que perdiera o tomara otro sentido de la belleza y que sacara a la luz la fuente original de un tema aleatorio. Voy desde lo alto a lo más bajo porque considero que las ideas son simples, contrario a los maravillosos artificios que la literatura puede ofrecer para desarrollarlas y embellecerlas. Lejos de querer polémicas o algún mensaje de un lector ofendido, quizá es pertinente recomendar discreción.



Siempre guardo cautela y me escondo hábilmente detrás de cada palabra, de cada coma, punto o cualquier signo de interrogación o exclamación. De tanto cuidado me he sentido enfermo recientemente y la verdad debe ser dicha: un sentimiento no es bello por sí solo, sino lo es únicamente después de sacarle del jugo de las dormidas neuronas y cuando luego le embellecemos pintándole con esmero, puliéndole, refinándole, distorsionándole y finalmente invitándole a uno de los dos máximos extremos: la vida o la muerte. No soy un escritor que presuma de un gran talento para este tipo de carpintería, pero sí me gusta mi estilo sencillo y llano, sin esas pretensiones ni adornos que estropean o tuercen la pureza de un mensaje.

De vez en cuando me dejo llevar. No debí, de hecho, escribir tal introducción, pues no concordará en absoluto con lo que describiré a continuación. Estoy desnudo en la oscuridad. En otras palabras, debería sentirme avergonzado, pero sé que no pueden ver más allá de las letras, o mejor dicho, de las gigantes sombras que en el piso ellas proyectan.

(¡Al grano!) Hoy vi una mujer hermosa, de esas que me gustan. No sé por qué se me hace difícil describirla. Me ha pasado algunas veces en los que simplemente me quedo mudo (generalmente ya estoy callado cuando las visualizo de igual manera), mis pupilas se dilatan (¿uno siente realmente cuando las pupilas se le dilatan?) y pongo una mirada como de concentración (aunque mi mente realmente queda en blanco).

(¡No, kabr..! ¡Más al grano!) ¿A quién no le gustaría? Sus senos eran grandes y suaves, caían con gracia y al más mínimo movimiento que ella hacía danzaban y cobraban vida propia. Su cintura era fina y su abdomen era plano y limpio, fuera de cualquier marca. Su piel pareja parecía iluminar y rodear su ombligo como una tierra virgen. Sus piernas eran gruesas y tonificadas. Ella jugaba con ellas. Las rozaba y parecía que el roce hiciera desprender un aroma dulce, algo parecido a la fricción que termina produciendo fuego. Sus nalgas también eran grandes y las notaba cuando giraba por la cama mientras sonreía. Su cara era muy proporcionada: grandes ojos negros, nariz y boca pequeña, frente ni muy ancha ni muy angosta, labios carnosos y provocativos como un oasis para un hombre sediento, cabello largo y liso, orejas pequeñas, cuello mediano y fino… describirla es difícil. Sé que me gustó, pero mi instinto lo sabe más que un yo sacándose y gritándole a los sesos y para tratar de reproducir aquella divina escena con nitidez. ¿A quién no le gustaría? El olor y el tono de su piel, el sentido del gusto enloqueciéndose… sus ojos puestos en mí…su voz estallando lentamente… la perfección.

Terminemos en total locura, como quise empezar. Resumamos todo en un par de líneas (quizá menos): cara bonita, voz bonita, tetas y culo grande. ¿A quién no le gustaría?