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Un milagro del señor:

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Ariel_López, 28 de Diciembre de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 249

  1. Ariel_López

    Ariel_López Poeta recién llegado

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    Un milagro del señor:

    En la banca de un parque, un anciano de melena grande y blanca, de pelos parados y lentes redondos, observa tiernamente a un predicador que parece desapercibido para todos, menos para este señor. Es uno de esos abuelos que gustan de hacer juegos de palabras, inventar adivinanzas o alguna broma inesperada para sus nietos. Ese viejito ya cansado de tanta risa, es mi buen amigo el diablo.

    No se encuentra solo, a su izquiera hay una mujer joven, dormida en el jardín de su pantalla electrónica; y a su lado un pequeño bribon de solo 6 años. El niño en sus juegos de acariciable violencia, imagina que dispara a los peatones que atraviezan el parque. Apunta al mas lejano con su revolver de pequeños dedos y descarga un bang lleno de saliva. Algunas gotas gordas manchan el piso dejando marcas, al pequeño le parecen marcas de sangre, toda una escena de crimen para el y el señor diablo, que fascinado por el juego del muchachito no deja de verlo.

    Le toca el hombro al niño, la madre cree que el señor es la conpanía perfecta, tiene puestos unos audifonos que murmuran canciones de alabanza. El niño voltea y se encuentra con el abuelo diablo, este levanta el dedo pidiendo atención. Le dice mientras agita su mano arrugada, no tienes que decir bang, así no funciona--. Mueve su mano y observa una chica de velocidad marcada, sostiene un café todavía caliente en su mano derecha. Repite los movimientos que el pequeño asesino interpretó hace rato. Dispara moviendo el brazo hacia atrás, pero en lugar de usar el clásico bang, que todos los niños gustan siempre en los juegos, lanza un rugido, un tanto ridiculo y desafinado, pero cláramente es un rugido. La fiera marca una ruta del todo invisible para ustedes, los seres mortales, sin embargo puedo comentarles que su monstruo sonoro esquiva piernas y caninos, busca llegar a la mano de la mujer apurada. Esta, por razones similares a lo que ustedes llaman casualidad, tropieza con las cuerdas de su zapato y derrama todo el café sobre otro sujeto, quien salta de una banca y eleva la voz entre las sílabas de sus insultos. El niño, fascinado por el evento, mira alrededor en busca de otra víctima. Una chica juega con su muñeca unos metros mas adelante y le parece una niña muy fea. Apunta con la risa contenida y grita lo mas fuerte que puede su balazo, sin efecto alguno. Te digo, no funciona así-- repite el gordo anciano moviendo las manos energeticamente. Tienes que rugir como yo lo hago, mira--. Apunta el dedo maligno hacia una señora que alimenta a las palomas. El viento que arrastra el felino estallido de la bala, se lleva las migajas de tortilla que terminan bajo los pies de la chica. La bandada de palomas se abalanza y arremete contra la pobre niña, ella corre asustada y suelta su muñeca, la cual olvidará ese día en el parque debido al susto. Los dos compañeros de juegos ríen, pero el niño se siente molesto. Las pistolas dicen bang, no roawr-- se cruza los brazos al decir esto y pone la cara de su mamá cuando le regaña. Es muy facil, hazle caso a tus mayores y verás que si puedes-- dice el abuelo diablo mientras le da unas palmadas en el hombro. El niño enojado por el trato infantil, empieza a disparar hacia todo el mundo. ¡Bang bang bang!-- pero solo consigue atraer la atención de algunos transeuntes. Al frente, el predicador repite hasta el cansancio sus versiculos, mira esperanzado a los ojos de la gente.

    Bueno, si te crees tan bueno, porque no intentas con ese-- dice el señor al chiquillo con aire de burla. Este ya desesperado por no poder hacer maldades, llena sus ojos con lágrimas, levanta las dos manos y hace una pistola que siente mas pesada. Lanza un último intento al vocero del parque, prepara sus pulmones y garganta para soltar el disparo mas estridente, pero el berrinche traba su lengua haciendo un alarido incomprensible, una especie de onomatopeya. El vocero en ese momento se inca y llora estruendosamente. Nadie escucha, nadie se conmueve con las palabras del señor--, acto seguido muestra un arma y se dispara. En ese momento, la madre despierta del letargo y voltea en dirección al estruendo, el hombre segúia vivo, el arma tiembla cuando un hombre dispara con desesperación. Una llovizna ilumina la escena, haciendo los rayos del sol un fantástico paisaje de reflejos iluminados, el hombre de fe se lava sus lágrimas. La madre conmovida grita -¡es un milagro, es un milagro!--. Mientras los compañeros de juegos celebran al pequeño, disparando con gruñidos al cielo.
     
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