Un minuto de silencio.

Un minuto de silencio.

*¿Cómo trazar en un mural de perdiciones una sonrisa sofisticada?, describiendo una vez más aquello que pudo haber resultado de una ilusa interrogante. Miro atrás y veo con miedo una absoluta e intensa emoción que emprende camino hacia mi corazón dejándome petrificada. Tantas razones, todo se produce por acción de un espejismo, tal vez esto me lleve a prescindir el aspecto que yo misma conozco como la palma de mi mano. Una máscara, un pañuelo, determinan en mi ser la dramaturgia de mi actitud. Desde la pantomima, hasta la tragedia, señales de auxilio implantadas en mi cabeza, embargada ahora de oscuridad y nunca prometida de comedias. Pero, ¿Cómo suplicar al tiempo que borre de mi memoria el infinito de la luz de una vela que jamás desvaneció?. Con vivencia de expresiones ariscas y nunca antes concebidas por el ayer del retrato agridulce de mi piel artistica. Me guío por la cuenca retorcida de mi alucinación, llevándome a lo más abstracto de mi esencia y encontrándome con mi espíritu añejo de experiencias culturales. Intento caminar por el mismo sendero de mis autores, avanzando sin rumbo y sin obtener respuesta alguna al “porque” de mi ardua inquisición. Me hallo realzando el volumen de mi orgullo y disminuyendo en la belleza de mi fulgor. Tantos dedos me señalan, me obligan a descartar de mi algo que no comprendo, aunque, me atemoriza saberlo y no escapar a tiempo de su juego. Exhausto es el estado de mi cuerpo, le ruego a mis parpados por milésima oportunidad, que deje cerrar mis ojos para no despertar ya más.

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