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¿Un mundo feliz?

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Antonio del Olmo, 1 de Septiembre de 2024. Respuestas: 2 | Visitas: 186

  1. Antonio del Olmo

    Antonio del Olmo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    ¿UN MUNDO FELIZ?

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    Me desperté somnoliento, recordando las noticias que había escuchado en la radio mientras me dormía. Casi todos los temas de actualidad que trataron eran malos: guerras, terremotos, inundaciones, crímenes… y todas las desgracias que podemos imaginar. Aunque a veces el mundo me parece absurdo, creo que todos los males existen para ser superados. Siempre he pensado que lo bueno no suele ser noticia porque se considera normal.

    Me duché con agua fría para terminar de despertarme. Recuerdo que bailé frenéticamente bajo el agua para aguantar el frío. Pero ocurrió algo insólito mientras me sacaba con la toalla: el agua salió del sumidero y se metió en el surtidor de la ducha. Entonces pensé que seguía soñando o recordando un sueño. Volví a abrir el grifo y se me pasó el susto, porque vi al chorro de agua clara cayendo normalmente. Me duché otra vez con el agua fría para olvidar el sueño y tatareé la canción de moda del verano para animarme.

    Comprobé que todo era normal: los primeros rayos del sol entraban por la ventana, la mancha de humedad en el techo no había crecido, los pájaros cantaban y volvió a sonar la música pachanguera que le gustaba a mi vecino del piso colindante. En esa mañana no me pareció tan insoportable esa machacona canción, porque me devolvía a la normalidad.

    Desayuné una tostada con mermelada de ciruela y un zumo de naranja. La comida me pareció insípida y pensé que no sentía su sabor porque desayunaba siempre lo mismo. El aburrimiento nos vuelve insensibles. Lo que se repite con mucha frecuencia no llama la atención, como sucede con el tic tac de los relojes antiguos de pared con péndulo.

    Decidí que tenía que cambiar el desayuno y la rutina de todos los días, para no caer en la apatía. No podía permitir que mi tiempo pasara sin darme cuenta. Ya tenía treinta años y, además, esa misma mañana había descubierto una cana más en la sien. El reloj del tiempo no se detenía nunca, corría más rápido cuando más monótona era mi vida. Me encontraba muy solo en aquel piso tan grande, donde dos dormitorios estaban vacíos de personas y llenos de polvo. Tenía que buscar una pareja para cambiar el curso tedioso de mi vida; aunque lo imprevisible me abrumara, la rutina previsible me deprimía.

    Cuando salí a la calle, vi algo más sorprendente todavía: la gente se movía en el aire sin esfuerzo, levitando. La fuerza de gravedad había desaparecido. Después contemplé como crecían multitud de flores amarillas y granates en el asfalto de la calle. Estos sucesos me parecieron encantadores en los dos sentidos de esta palabra: fantástico y maravilloso. ¡Me sentía muy libre en ese momento! Siempre he disfrutado soñando que volaba. Yo también ascendí más alto que los edificios para contemplar el panorama de la ciudad.

    Allí mismo vi a mi vecina del tercero ascendiendo con el paraguas plegado, apuntando al cielo, y descendiendo con el paraguas desplegado, como si fuese un paracaídas. Me saludó sonriendo y moviendo la mano cuando pasó a mi lado. Respondí a su saludo de igual modo y pensé que podía ser mi pareja, aunque hasta entonces solo nos habíamos dicho buenos días y buenas noches cuando coincidíamos en el ascensor. Los dos éramos muy tímidos. Me gustaba esa chica alta y delgada. Siempre que me veía esbozaba una sonrisa y bajaba la cabeza. Decidí iniciar una conversación con ella cuando volviésemos a vernos en el ascensor, pero enseguida comprendí que los ascensores ya no eran necesarios. De todos modos, también podríamos hablarnos volando, cogidos de la mano. Ya tenía preparado el tema de la conversación: la soledad de las personas que vivimos en las grandes ciudades. Después de estas reflexiones, seguí ascendiendo hasta alcanzar las nubes, pero una ráfaga de viento se llevó mis papeles y el ordenador portátil. En aquél momento sentí pánico de repente y empecé a caer. De este modo comprendí que, cuando no actuaban las leyes físicas, se cumplían tanto mis deseos como como mis temores. La fuerza de gravedad aceleraba como siempre. Antes de estrellarme contra la calzada, conseguí desviarme hacia un lado y agarrar la rama de un árbol, pero se partió y me caí al suelo.


    El golpe me despertó. Había caído de la cama soñando que me desplazaba hacia un lado para agarrar la rama del árbol. En el último instante amortigüe el golpe extendiendo los brazos. Todo había sido un sueño feliz al principio y una pesadilla al final. Entonces comprendí que, si no actuasen siempre igual las leyes físicas, como la de la gravedad, el universo sería un caos absurdo: no podríamos predecir ningún acontecimiento, no existiría la ciencia ni la tecnología y ni siquiera podríamos razonar.


    No todo fue un sueño imposible. Esta mañana he contado este suceso a mi vecina del tercer piso, con quien he iniciado una feliz relación. Se rio mucho cuando la expliqué cómo ascendía y descendía, abriendo y cerrando su paraguas.
     

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    #1
    Última modificación: 8 de Diciembre de 2024
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  2. Alde

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    Una extensa prosa con una elocuente descripción.

    Saludos
     
    #2
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  3. Antonio del Olmo

    Antonio del Olmo Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Los sueños reflejan siempre nuestros deseos y temores.

    Gracias por leer y comentar este sencillo relato.

    Buenas noches y felices sueños.
     
    #3
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