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Un mundo hostil

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por ivoralgor, 19 de Junio de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 1046

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Fernando se quitó la camisa en la única habitación de la casa, tenía un poco de calor. Hacía dos años que vivía ahí. Era un verano muy caluroso en la ciudad de Mérida. La temperatura sobrepasaba los 40 grados. Un infierno terrenal. Sus ojos entrecerrados no permitían verle la luz de sus ojos color miel. Daban una sensación de miedo, una mirada pesada, casi diabólica. Resopló con ánimos de fastidio, casi de amargura. Se quitó el reloj de pulso y lo dejó sobre una mesa de madera que estaba al lado de la cama. Se secó el sudor de la frente e imaginó a Elsa vestida de rojo, con zapatillas y el cabello suelto. Se sacó los zapatos y los calcetines y los dejó a un lado de la cama. Sintió un dolor en el vientre, la comida le había caído pesada. Mierda, me hizo mal el Poc Chuc, dijo enfurecido. Se puso de pie y salió de la habitación para dirigirse al baño. El piso estaba caliente. Al entrar al baño se desnudó. Se sentó en el inodoro. Después de cagar iba a bañarse. El agua cayó caliente. Puta, quema, dijo. Dejó que siguiera corriendo el agua. Se metió debajo de la regadera cuando el agua ya estaba fría. Respiró cansado. Tenía un peso en las espaldas que lo mataba. Para liberarse un poco del peso se masturbó pensando en Elsa, vestida con un negligee negro transparente. Terminó de bañarse y salió con la toalla enrollada en la cintura. Se dirigió al refrigerador y agarró una lata de cerveza. No podían faltar en su refrigerador en verano. Siempre se me antoja tomar una cerveza bien helada, pensó y cerró el refrigerador. Se llevó la lata de cerveza a la habitación. Por el hastío se quedó dormido.

    Elsa volvía del trabajo agotada. El turno de la tarde le venía mal, la cansaba demasiado. Tiró el bulto de mano en el sillón de la sala y se quitó la blusa, tenía mucho calor. Entró al baño y se desnudó. Templó el agua y se metió debajo de la regadera. No quería pensar en nada. Resoplaba con desgano. Cerró los ojos e imaginó a ese tipo que se le cruzó en el camino. Llevaba un pantalón de vestir gris y una camisa blanca de mangas largas. Se le erizó la piel. Le había bajado la temperatura corporal por el tiempo prolongado que había estado debajo de la regadera. Abrió los ojos y cerró la llave de la regadera. Salió con la toalla enrollada al cuerpo, tapándole la parte media. Se dirigió a la habitación donde dormía. Era la casa que sus padres, que habían muerto hacía cuatro años en un accidente de tránsito rumbo a Valladolid, en la carretera Mérida-Cancún. Un conductor borracho perdió el control de su camioneta y los alcanzó por detrás. El borracho sobrevivió. Hurgó en una cajonera de madera. Sacó un bikini, un short y un sport de tirantes delgados. Se quitó la toalla y se vistió. Se tumbó en la cama y se quedó dormida.

    Un temblor en un músculo de la pierna despertó a Fernando. Abrió los ojos, la habitación estaba oscura. Al levantarse se percató de que seguía desnudo, la toalla estaba en la cama. Atientas se dirigió al apagador que estaba a un costado de la puerta. Encendió la luz y se buscó ropa para vestirse. Eran las once de la noche. Vio un mensaje en su teléfono celular, era de Elsa. Me lleva, dijo. Sabía que Elsa ya estaba dormida y despertarla le molestaría mucho. Sintió hambre. Salió de la casa y se dirigió al parque de San Cristóbal a comprar un perro caliente. Me da dos perros para comer aquí, le dijo al tipo del carrito perrero. Dame una Coca, continuó. Con todo, preguntó el tipo del carrito perrero. Fernando asintió con la cabeza. Dio un gran mordisco al perro caliente. Sorbió un poco de Coca Cola y de súbito pensó en ese hombre que lo golpeó por accidente cuando salía de su casa el día anterior. Esa manera de mirarlo lo inquietó mucho ese día. No es normal que un hombre te vea de esa manera, le dijo a Elsa por teléfono, tenía mirada de desquiciado. Olvídate de él, dijo Elsa para tranquilizarlo, mejor piensa en mí. Tienes razón, dijo a manera de auto-convencimiento, es un don nadie. Se le había olvidado el incidente hasta ese momento. Terminó de comer, pagó y regresó a su casa. En la puerta estaba un hombre. Lo reconoció enseguida, era el de la mirada de desquiciado. Al verse descubierto huyó corriendo. El corazón de Fernando empezó a latir sin control. Un miedo le recorrió la espalda. Con torpeza abrió la puerta de la casa para entrar. Todo se veía normal, salvo por el foco trasero que estaba fundido. No pudo dormir toda la noche. Un sentimiento de ira empezó a invadirlo. Empezó a gritar de rabia. No puedo seguir así, no puedo, dijo golpeando la cama con ambos puños. Pensó que no era necesario decirle a Elsa lo del incidente, no valía la pena.

    Elsa despertó descansada, se sentía renovada. Desayunó un par de huevos con jamón, jugo de naranja y un pan tostado con mermelada de fresa. Se vistió con un traje sastre azul marino. Salió de su casa. Antes de llegar al paradero de camiones, que estaba a cien metros de su casa, volvió a ver al tipo del pantalón gris y la camisa blanca de mangas largas. Ahora llevaba un pantalón beige y una camisa blanca de mangas cortas. Estaba parado esperado el camión. No pudo resistir verle los grandes brazos y las nalgas bien formadas. Rió ruborizada. Los ojos del tipo de pantalón beige eran negros y profundos, enigmáticos. Se ajustó el traje sastre y se paró junto a él. El perfume del tipo le fascinó, jamás imaginó que oliera tan íntimamente seductor. Por unos segundos cerró los ojos para poder asimilar ese aroma. Creyó que estaban solos en una playa. Él sólo con un bañador y bien bronceado y ella un traje de baño de dos piezas. Él todo músculos y ella toda pasión. El chirriar de los frenos del camión la devolvió a la realidad. Elsa subió primero. El tipo de pantalón beige no subió. Es una lástima, es tan lindo, pensó Elsa mientras el camión se alejaba del lugar. Jamás le contaría a Fernando ese encuentro, se lo guardaría para fantasear en sus noches de insomnio.

    Los ladridos de los perros de la calle sacaron de concentración a Teo, un hombre de cuarenta años, bien parecido y cuerpo atlético. Estaba hurgando en la cajonera de Elsa. Olisqueaba toda su ropa. Estaba excitado en extremo. Fue al baño y se masturbó frenéticamente. Dejó sobre la mesa de la cocina una hoja en blanco con un mensaje y se marchó de la casa. En la bolsa del pantalón se guardó un bikini de Elsa. Para tenerte siempre cerca de mí, pensó. Se subió a un BMW blanco y se dirigió a San Cristóbal. Llegó a la casa de Fernando. Con agilidad abrió la puerta y entró. Se movía en la casa con familiaridad, como si ya la conociera por dentro. Se dirigió al refrigerador y agarró una lata de cerveza. No podías fallarme, dijo sarcásticamente. Sorbió un trago de cerveza y entró a la habitación de Fernando. Removió las almohadas y debajo puso una hoja en blanco con un mensaje. Terminó de tomar la cerveza y se marchó.

    Elsa estuvo pensando en el tipo de pantalón beige todo el día. Se excitó. Quería ver a Fernando para desahogarse un poco. No puedo verte hoy, dijo Fernando por teléfono, tengo un asunto que resolver. Tengo ganas de estar contigo, dijo Elsa con voz seductora, quiero que me hagas el amor. No puedo linda, otro día, finalizó Fernando. Visiblemente molesta siguió trabajando. Terminó su turno y se dirigió a su casa. Tendré que acariciarme sola, pensó. Llegó a su casa. Fue al refrigerador por una bebida fría. Tenía mucha sed, había un calor infernal. Abrió el refrigerador y agarró una caja de jugo de naranja. Bebió del envase. Cerró el refrigerador y se percató de la hoja sobre la mesa. Se asustó de inmediato. Sus ojos veían la hoja horrorizados. Sentía que el aire le faltaba. El corazón le latía desesperado. No sabía si gritar o llorar. Se empezó a sentirse mareada. Se desmayó.

    Fernando fue a visitar a un amigo para que lo ayudara a localizar al tipo de la mirada. Lo apodaban Pelos. Era policía federal de caminos desertor, pero aún tenía los contactos necesarios para realizar pequeños trabajitos. Necesito que me localices a un tipo, dijo Fernando nervioso, me está jodiendo la vida. No te preocupes, compadre, dijo Pelos, es pan comido. Luego me invitas a un putero y asunto arreglado. Se estrecharon las manos y Fernando se marchó rumbo a su casa. Al llegar estaba sediento. Abrió el refrigerador y notó que faltaba una lata de cerveza. Cerró rápidamente el refrigerador. El miedo se apoderó de él. Tardó varios minutos en reponerse. Le marcó a Pelos para decirle lo que estaba sucediendo. No te muevas de ahí, compadre, dijo Pelos, vamos a agarrar a ese hijo de puta. Fernando empezó a dar vueltas por la sala. De pronto sintió un fuerte golpe en la nuca. Se desmayó.

    Teo estaba preparándose la cena cuando despertaron Elsa y Fernando. El olor a huevos revueltos se esparcía por toda la casa. Estaban atados a unas camas individuales en una habitación, a oscuras. Hacía mucho calor y sus ropas estaban empapadas de sudor. De pronto se encendió la luz. Teo entró masticando un poco de huevo y aún traía puesto un delantal blanco. Creo que no saben por qué están aquí, dijo, pero yo se los explicaré lentamente para que me entiendan. Elsa y Fernando me miraron con ojos de terror. El imbécil desquiciado, pensó Fernando. Por Dios, es el hombre que huele rico, pensó Elsa. Querían gritar pero las mordazas no se los permitían. Elsa intentaba zafarse inútilmente. Pelos, mi salvación es que me encuentre Pelos, pensó Fernando con esperanzas. Todo acaba por el principio, dijo Teo, somos polvo y en polvo nos convertiremos. Hoy no me apetece torturarlos, continuó, debería cambiar un poco. Apagó la luz y salió. Las camas se sacudieron frenéticamente. Elsa empezó a llorar sin parar. Fernando orinó los pantalones por el miedo.

    Terminó de cenar Teo. Agarró una mochila y salió de la casa. Pelos lo estaba esperando para llevarlo al ADO. Esto es lo que faltaba que te diera, dijo Pelos, buen trabajo. No digas mamadas, dijo encabronado Teo, me estoy ablandando un poco. Guardó el dinero en la mochila y se subió al BMW. Se marcharon del lugar. Dime una cosa Teo, qué escribes en las notas que dejas en las casas de tus víctimas. Sonrió levemente Teo. El mundo hostil está en camino. Déjame en el parque de San Juan, dijo Teo, voy a caminar un poco. Pelos detuvo el BMW a un costado del parque. Se bajó Teo sin despedirse y cerró la puerta. Sonó el teléfono celular de Pelos. El trabajo está hecho señora. Colgó y desapareció por las calles de la ciudad.
     
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