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Un poema por tu muerte. (Epitafios)

Tema en 'Poemas Góticos, ciencias ocultas y Misteriosos' comenzado por _SEBASTIEN_, 27 de Octubre de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 1775

  1. _SEBASTIEN_

    _SEBASTIEN_ Poeta fiel al portal

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    Hombre
    Venid musa, e iluminad mi noche,
    ayuda a mi pluma a narrar lo que aflige,
    con el solo recuerdo lo secreto de mi inmortal alma,
    que descanso no conocera si no narra el pasado,
    aquel pasaje negro ...el día de tu muerte.


    Pues habiéndome apostado en lo secreto del santuario,
    donde diligentemente, en tu oscuro cotidiano eterno,
    lavabas tu augusto cuerpo con aceite,
    vieron mis ojos entrar los tuyos, en confuso baño de lágrimas,
    nunca vieron los mortales nada tan hermoso y triste.


    Grande mi perturbación, senti el miedo por vez primera,
    al ver una gran daga en tus delicadas manos,
    mi voz contuvo sus ansias por delatarme,
    y alejarte a toda costa de la siniestra empresa.


    Esperando dudaba, mientras observaba,
    con ávidas ganas te tocarte como te tocabas,
    aquel rostro perfecto como queriendo agotar
    el cauce de aquellas espesas lágrimas, ¡oh tus lágrimas!


    Humo blanco el cuarto entero saturaba,
    de tu boca salía, en parte dentro se quedaba,
    a tu alma pasaba, tu interior axifiaba,
    inexpresiva tu cara, en éxtasis morias, yo callaba, callaba...


    Vino tinto, cual sangre de cordero, manchaba
    la imponente estructura que tu cuarto exponía,
    la pesada botella en el suelo rodaba,
    profanando el blanco marmol que tu aposento decoraba,
    y mi corazón latía y de mi pecho por salir pugnaba.


    Vuestras débiles piernas tu hermosura elevaban,
    hasta un espléndido espejo que tu faz reflejaba,
    un sollozo ahogado de tus labios escapaba,
    y maldeciste a tu vida...con tristes y escogidas palabras.


    En mi vida, mi mente, como en aquel momento se alarmaba,
    cuando de tus manos la daga cayó, desamparada,
    y tu enérgico brazo de tu rostro el reflejo,
    con violentísimo golpe en mil pedazos destrozaba.


    Los inmundos pedazos de cristal volaban,
    cual melancólica y asesina lluvia de balas de plata,
    cortando su carne, seccionando sus venas,
    introduciéndose en su cuerpo mataban a mi amada.


    Tus ya débiles piernas al suelo te llevaban,
    el peso de tu cuerpo ni siquiera soportaban,
    pálida como nunca y manchada de carmín,
    sonriendo con dulzura en el piso agonizabas.


    Apostándome a tu vista aparecí para despedirme,
    con un triste beso en tus sangrantes manos,
    probé de aquel líquido precioso que tus venas llevaban,
    tu escencia fue mía ...sonriente la entregabas.


    Lágrimas corrieron libremente por mi mudo rostro,
    devolverte la sonrisa, mi amor, juro intentaba,
    confusa y melancólica esta escena guiaba,
    al apasionado encuentro de nuestras ultimas miradas.


    -Querida Dama, insigne aun al momento de morir,
    Leigia de mi alma, Atenea de mis letras,
    Artemisa de mi vida, querida compañera,
    ¿porque partes así, por que suerte me dejas,
    aquí desnudo sin el consuelo de tus besos,
    saber esa verdad acaso no merezco?
    Pero de mis labios no brotara el reproche,
    moriré contigo aquí, si eso te place,
    te amo mas allá de mi vida muerte...y ...y...


    No terminé, los ojos cerrabas,
    curiosamente tu sonrisa aun más se pronunciaba,
    en mis temblorosas manos un talismán dejabas,
    triste prenda negra por mi corazón conservada.


    Frio intenso, viento huracanado,
    por las grandes ventanas, el cuarto invadían,
    era como si el preludio de lo funesto acarrearan,
    el beso de nuestras bocas solícitos impedían.


    -¡Tristeza acude, anhelente llamo,
    acude a aquel que en lágrimas te reza,
    por el amor bendecido alguna vez por tu hiriente mano,
    a mis labios besar los de ella, una última vez deja...!

    Equivocado estaba, no tristeza, sino la muerte era,
    vestida de azabache, con tranquila mirada,
    postrose a tu lado y con ternura levantó
    el fardo de tu cuerpo por mi ser tan venerado.

    Alejose la mujer y la silueta amada,
    dejando la demente mueca en mis ahora negros y marchitos labios.

    Adiós, pedazo de mi vida.

    Nocturne.


    (Heroina y otros poemas)
     
    #1

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