Un relato del pasado

Un relato del pasado

Hace muchos años, tantos que ya no recuerdo en un lugar muy hermoso, un verdadero paraíso celestial, así era este lugar antes que fuera invadido por dioses que llegaron en monstruos marinos, aquí ocurrió una catástrofe que determinó las generaciones, las culturas y la forma vida de este mudo mágico, este lugar estaba lleno de vida, naturaleza, hermosas especies y majestuosos tesoros que hombres guardaban en cuevas, para ofrecerlos a sus dioses como ofrenda y gratitud por haber dado su fuerza abundado en las cosechas y protegerlos del monstruoso enemigo que rugía con violencia en los sueños de estos aldeanos que amenazaba con destruir sus vidas, hurtar sus tesoros y mancillar el honor de sus mujeres; estos hombres pensaban que los sueños surgían cuando la lluvia era fuerte y no podían ofrendar sus riquezas a los dioses que vivían en las aguas, en el cielo y en la tierra, ellos tenían un corazón muy bueno y la maldad no existía en sus hogares. Eran tan unidos y compartían todo lo que tenían, su lenguaje era extraño, sus costumbres muy radicales y su forma de adorar a los dioses extraordinaria.

Ellos hacían una ritual cada luna llena para adorarlos, se reunían en una gran laguna llamada tabita sus aguas quietas y reposadas esperan el gran día para recibir los dotes y cantos que con amor otorgan los nativos del lugar.

Cuando llegaba el momento de adorar cada uno preparaba en vasijas de barro gran cantidad de oro y esmeraldas acompañado de todo fruto que su tierra producía y los colocaban a la orilla de la laguna esperaban que fuera media noche para lanzar sus tesoros a la laguna. Las mujeres se ataviaban con sus joyas y una falda hecha de fique que les cubría de la cintura hacia abajo, ellas muy trabajadoras que entregaban todo su amor, a sus hombres, hijos y sumisas eran como el talismán que daba la hermosura a estos parajes con el verde de la naturaleza y el resplandor del dios sol a quienes temían porque sus antepasados decían que si se hacía una ofensa contra este dios el quemaría sus sembrados y secaría las aguas, entonces todos morirían y su reino solo sería una leyenda, los hombres fuertes y su piel tostada por el sol trabajaban duro para sostener a sus familias.

Llegó por fin el día de la gran celebración, todos reunidos en aquel sitio y su jefe mayor era el que daba la orden de empezar el ritual, esta ocasión se aprovechaba para que nuevas parejas se unieran para formar otra nueva familia que habría de poblar la aldea, preparaban gran banquete con una bebida especial que hacían las mujeres con la harina de algunos productos que se cultivaban en sus grandes terrenos, era mucha la abundancia de comida y bebida y todos participaban felices por ser el día de los dioses.

Los hombres tocaban sus instrumentos musicales hechos de árboles especiales, otro grupo prendía el fuego una hoguera grande que iluminaba la noche y daba calor a todos los que participaban del festejo.

Las mujeres danzaban alrededor del fuego y cantaban himnos a la gran luna que parecía disfrutar del homenaje, después de algún tiempo de baile pasaban los hombres a danzar, ellos danzaban tan frenéticamente que esto los sumía en un letargo profundo que parecía que estuvieran dormidos, pero se decía que el dios sol se ponía celoso y les mandaba un sueño para que dejaran de danzar pero solo era producto de la bebida que consumían.
Continuará.