1. Invitado, ven y descarga gratuitamente el cuarto número de nuestra revista literaria digital "Eco y Latido"

    !!!Te va a encantar, no te la pierdas!!!

    Cerrar notificación

Un verano frío.

Tema en 'Prosa: Obra maestra' comenzado por Roplant, 15 de Agosto de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 962

  1. Roplant

    Roplant Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    15 de Agosto de 2014
    Mensajes:
    2
    Me gusta recibidos:
    0
    Aun no entiendo cómo pudiste tratarme con tanta frialdad. Como dejaste que tus palabras se clavasen como cuchillos en mi alma. Esa sangre fría de despedazar cada pedazo de mí, sin remordimiento ni sentimiento de culpa. ¿A caso no bastaron esos ocho años de mi vida contigo para darte cuenta de que eras lo menos imprescindible en ella? ¿No podías gritarme que me quedase o simplemente dejarme ir? ¿Hacía falta romperme en dos? Yo quería que gritaras, que gritaras furioso, que dieses un golpe en la mesa o dos, o los que hicieran falta, algo, cualquier cosa, por pequeña que fuera, antes que esa pasividad mortífera, antes que sentir la poca importancia que suponía para ti el hecho de marcharme. Tú me salvabas constantemente, eras mi héroe a pesar de siempre haber sido yo la más valiente. La que se enfrentaba a cualquier peligro mientras te escondías detrás de mí, pero respecto a sentimientos siempre eras tú el que me salvaba. Creí con todas mis fuerzas que esta vez no sería diferente, lo deseé pese a todo. En cambio preferiste seguir apretando aquél cuchillo y dejarme morir, tirada en la cuneta, en lugar de salvarme. No te importó lo mucho que pudiera sangrar, el sufrimiento tan grande que pudiera retener en el transcurso de la vida a la muerte, y el escucharme agonizar poco antes de morir tampoco te impidió seguir apretando. ¿Disfrutabas viendo como cada palabra me hacía rabiar de dolor? ¿Era divertido ver mis lágrimas mezcladas entre sangre? Me esperaba cualquier cosa de la vida pero no que fueras tú el que acabase con la mía.

    Una vez te dije que no podía respirar sin ti, ¿recuerdas? A ese mismo que ahora presiona mi nuca contra la almohada, cortando en seco cualquier oxígeno que pueda alcanzarme. No imaginas cuanto duele saber que la persona en la que más confías, es la misma que está acabando con tu vida, que te mata sin desasosiego. Te lo di todo, tanto que no dejé algo reservado para mí y me quedé sin nada. Sin nada más que tus palabras llenas de odio, palabras que hieren como cristales, hecho añicos, incrustados en mi piel. Hay cristales que apenas alcanzo con la vista pero que los siento con tal fuerza que noto desgarrarse el cuero que cubre mi ser. Y pese a ello te sigo queriendo, por más que duela, por más que retumben tus palabras en mi cabeza y me hagan perder la vida a cada segundo. Dicen que el dolor te hace más fuerte y en cierto modo es veraz pero que alguien me explique cómo vivir con este dolor que me perturba, un dolor que jamás había conocido. ¿Crees que es tan fácil olvidarte? ¿Crees que si lo fuera no lo hubiera hecho hace mucho ya? Tan solo dime la clave, dime como se olvida una vida entera, como se olvida algo que forma parte de ti, algo que por mucho que arranques a tiras, siguen quedando residuos intactos en cada rincón de mi organismo. ¿Cómo hago para acortar las veinticuatro horas que tiene el día? Para que mis días no se hagan tan largos sin ti. Dímelo y prometo olvidarme de ti en cinco días o en dos, pero házmelo saber. No me dejes con este vacío y sin llave para abrir el cofre con las pautas que se deben seguir para vencer al recuerdo, para hallar olvido.

    Escasamente quedan lágrimas en mis ojos para derramar, todas las ya derramadas me traicionan ahogándome, como cuerdas rodeándome sin dejarme escapatoria alguna. Supe respirar bajo el agua mucho tiempo, muchos años, cuando tú aún permanecías ahí debajo conmigo. El verte me propiciaba tranquilidad y no llegaba a ser del todo consciente de que me faltaba corriente. Y ahora es cuando me entra el pánico, cuando no puedo salir a flote y tampoco inhalar. Y sé que la única opción posible es rendirme, tragarme el océano hasta inundar mis pulmones.

    Se suponía que este sería el verano de mi vida o al menos así me lo había propuesto. Iba a ser distinto a cualquier otro, y tú ibas a formar parte de él. Quería que formaras parte de él. Algo me dice que sí, que va a seguir siendo distinto por el hecho de que ya no estás, y aun siendo verano, parece que la nieve está a punto de caer contra mi pálido rostro. El rubio miel de mi cabello se apaga a la vez que se transforma en rubio ceniza. Y llueve, llueve aunque deslumbre el sol. El aire ya no quema, es húmedo y la neblina casi me impide mantener la vista sobre el asfalto. Hace frío en la calle, están vacías, oscuras, el suelo congela mis descalzos pies. Me paré en mitad de la carretera, estaba perdida, sin rumbo, con ganas de que alguien me viniera a rescatar y a la primera de cambio, me empujaste hacia las vías del tren, te dio igual saber que moriría.

    Yo decidí esto, lo decidí en el momento en el que me abrí a ti. Ese preciso momento en el que dejé que conocieras mi parte más oculta, la que no había dejado conocer a nadie hasta entonces. Te lo enseñé todo, mis tonterías, mis enfados, mis crisis existenciales, mis locuras, mis miedos, mis sueños, pero también mis peores defectos, mi dureza, incluso mi mal humor o mi cara recién levantada. Te mostré mi yo más humana, encubierta en hielo. Todo sin miedo a que lo usaras en mi contra, sin miedo a que me reprocharas nada, sin miedo a que desconfiaras de cada una de mis palabras. Te di lo más grande en forma de canción, a pesar de terminar descubriendo que tú eras la melodía más bonita de mi pentagrama, te di mi alma como nunca se la había entregado a nadie. Y justo entonces sucedió lo que nunca imaginé que sucedería, me asfixiaste hasta dejarme sin vida. Y si, podré haber muerto pero sé que tanto en ésta como en cualquier otra vida seguiría teniéndote cómo te tengo.
     
    #1

Comparte esta página