Una bella excursiÓn

UNA BELLA EXCURSIÓN

Llegamos una mañana brumosa y sin ninguna razón por esas cosas del clima tuvimos un tropezón. El piloto nos dejó aterrizando en una llanura y con un mapa en la mano empezamos la aventura.

Éramos tres los excursionistas, buscábamos El Saladero, algo exclusivo que en lo más profundo de la selva puso Dios para uso colectivo.

La finalidad, la fotografía basados en la ecología, y aunque la travesía es muy dura en esto consiste la aventura.

A este saladero llegan los animales de todas las latitudes a buscar algo de sal para conservar sus virtudes.

Después de muchas penalidades dimos con el lugar; sin perder ni un minuto empezamos a hurgar, debíamos repartir muchos bultos de sal que regábamos en el piso como si fuera un trigal.

Ya sabíamos los frutos que esto causaría, aparecieron las fieras como en una romería, desde un lugar alto y oculto tomábamos fotografías de todo lo que sucedía.

Así pudimos ver reunidas fieras y mansos, aves y reptiles, todos parecían tener un solo interés, alimentarse de sal y regresar otra vez.

Cosas de la naturaleza que piensa con mucha cabeza todo lo que hay que hacer y nosotros participamos para fotografiar y ver.

Allí todos reunidos, fieras como panteras compartiendo con venados nos tenían admirados, de pronto aparecieron las pavas con su canto celestial, como lo hace un turpial, y micos de diez especies formaron la algarabía para atraer las torcazas que llegaron ese día.

Finalmente los animales regresaron, cada uno a su hábitat, y a nosotros nos buscaron por toda la Orinoquía, las pistas no las tenían, hasta una semana después que regresó la avioneta cuando ya estabamos llegando al saladero a buscar algo de sal para adobar un cordero.

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Bendita la fauna que nos cautiva en cada momento de nuestras vidas...