Una conexión entre la vida y la muerte

Brisa fresca en una noche glacial,
Lúgubre oscuridad en el pantano,
Acabada la iniciación se sintió purificada.
Le entregaron los "elekes"
Lloraba de alegría por la ceremonia de "asiento".
Sintió un vínculo entre el ella y su orisha
Sintió que pertenecía a África y abrazó el sincretismo.
Cubre su cabeza con un pañuelo,
vestida completamente de blanco,
con algunos collares y pulseras.
Adoraba la fuerza central y creativa Olodumare.
Ella creía que de él procede todo lo que existe.
Ella cree que la vida de cada persona viene ya determinada antes del nacimiento.
La vida es supervisada por un orisha.
Ofrece un “ebbo".
Un sacrificio de frutas, velas y comidas.
Ofrece hierbas frescas y animales hermosos.
Ella respeta la Regla de Ocha,
Honra la línea de santo.
Ella respeta la muerte.

Después de muchos años ella vuelve al pantano;
frente al hombre fallecido habla con Oyá,
Quién domina las puertas de los cementerios.
Ikú, está presente.
Ella llama al Eggún el espíritu del muerto,
en voz alta, realiza invocaciones, sortilegios y hechizos.
Pronuncia enfática y repetidamente,
los nombres de los dioses y los antepasados.
¡El makuto se mueve!
Ella cree ser una gran Yaya,
que domina con su magia el espíritu del muerto.
El muerto no le obedece.
Ella se enoja:
grita una ráfaga de improperios violentos,
insolencias en castellano, no en lenguas africanas.
Un testigo entra en trance de posesión y se le “sube el muerto”
Hermosa sugestión de su misterio.
Se mezclan la música y la danza con ritmos muy marcados.
Los tamboreros advierten que a alguien se le “monta” un santo,
Intensifican el ritmo de los tambores y los rezos.

El muerto se levanta…

camina torpemente y tropieza contra la pared.
Todos los presentes asombrados fingen no temer.
Ella se ha orinado, temblorosa y confundida comprende:
Que existe un enlace entre Ikú y los humanos.
Una conexión entre la vida y la muerte.
Después del susto sonríe y se marcha.