Una estrofa para ella

Ella vuelve a mi recuerdo como aleteo desesperado, se asoma, retorna como aleteo desesperado; y la hoja que otoño me suelta en cada una vuelvo a ella, y me siento más. Es olvido aunque detesto que lo sea. Yo la traigo otra vez para talvez sentir que en verdad es presente, sentir ese aire, esa brisa que de pronto se expande cuando ella se hace presencia, estremecimiento impetuoso que invalida mis sentidos. Ahora ella se percibe en esta tranquilidad de espacio, esta vaga calma que a veces invade cuando estoy desprotegido; ella viene y se hace sombra, sigue su propio rumbo (porque siempre es ella, inalcanzable, otro espacio, DIMENSIÓN PERDIDA, esto es simple porque es ella, no requiere explicación, decir ella concluye todo); viene con su sola sonrisa que me deja in nombre y me hace nada; aquella que cambia el mundo, lo hace perfecto mientras hace urgir otro mundo de cada uno de u precipicio (aislado del mundo por ser distinto y superior a él); esos dos extremos, las dos orillas de horizonte intocable (porque he muerto en el intento de surcar cada tramo para cruzarlo, y me he hundido de a poco en cada punto perfecto sin jamás iniciar), esa orilla fresca, de ensueño. Ella me obsequia el mundo, yo le guardo lo recuerdo, lo ordeno para luego dar una vuelta por la calle de la ciudad de u memoria, donde reposa; ir y volar o navegar pasando lita de u ciudad completando u calle o u recuerdo, ordenar la jerarquía de cuando vi su rostro, vi su risa…, oí u voz. Es ella la que me da angustia, me da nostalgia y me hace pensar que el mundo es flexible, que no sirve, cuando otra vez asoma en mi memoria y trato buscar un consuelo mientras solo me quedo con esta locura que demacra. Es entonces cuando e produce un feto de agua que nace y pasea en mi mejilla y me avisa, mensaje urgente, que se viene una gravedad acelerada e inestabilidad que colapsará todo. Sin embargo me gusta recordarla y pensar que la veré otra vez, y otra vez sentirme vivo.