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Una historia de soledad

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Carlos Castro, 7 de Diciembre de 2016. Respuestas: 0 | Visitas: 449

  1. Carlos Castro

    Carlos Castro Poeta recién llegado

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    Hombre
    -Buenos días, ¿Qué tal has dormido?-

    -Ha vuelto a ocurrir, tú estabas allí y yo también. Todo era bonito y apacible, pero tan distinto y extraño a la vez...-

    Su mirada inexpresiva me atraviesa desde los pies de mi cama donde se encuentra sentada, dejando una marca en las sábanas con el peso de su cuerpo y abrazando esa foto que yo guardaba en la caja del olvido.

    -No deberías ser así contigo mismo, ¿Qué ganas creando falsos recuerdos?, ¿No ves que todo duele más?-

    Sus ojos se entrecierran para dejarme claro que no era empatía lo que muestran sus preguntas, Si no más bien adquieren un tono de reprimenda por haberla usado a ella de tal manera sin su aprobación, sin su consentimiento.

    -Es inevitable, todo regresa para atormentarme: tantas cosas pendientes, tantos recuerdos apartados, dos años tirados a la basura y miles de cosas por decir, por aclarar, por olvidar...-

    Una breve negación con la cabeza acompañada del vaivén de su cabello negro, liso y largo que le cuelga por los hombros en cascada antecede a una profunda mirada de desesperación dirigida al marco de foto que tiene entre las manos.

    -Eres un imbécil, has perdido todas las oportunidades que pudieras tener conmigo y unas simples fantasías nocturnas no harán que regrese. Me has hecho daño y ese dolor es el que estás viendo reflejado en esta foto.-

    De repente silencio. La habitación permanece a oscuras y unos hilos de luz la atraviesan rectos e imperturbables desde las rendijas de la persiana hasta la puerta que da al pasillo. Mi mirada se pierde en el fondo de mi cama, lisa y sin marcas de que nadie se hubiera posado allí en varios días. En frente de mi esta ella, tan tranquila y sonriente como siempre, en el fondo de ese marco junto a mi, fundiéndonos en un eterno abrazo que se inició en una época más feliz. Pero algo había distinto, su mirada no era la misma a la de ayer en la misma foto y en el mismo abrazo. Miro a mi alrededor y me encuentro de pie, rígido, dolorido tanto por dentro como por fuera. La caja esta en una esquina junto a la puerta y todo su contenido se difumina sobre el suelo de mi habitación. Cartas con declaraciones ya desfasadas, regalos que trataron de expresar algo que escaseaba y otros tantos detalles románticos frutos de una relación rota. Mis manos ensangrentadas por los nudillos pelados agarran con firmeza ese marco hasta que se me engarrotan los dedos. Me seco las últimas lágrimas que quedan en mis mejillas dejando con el dorso de la mano un rastro rojo en mi cara, agacho la cabeza, cierro los ojos y suspiro, mientras mi cama permanece sin arrugas, la sangre gotea sobre cartas más tristes que cariñosas y mi mente se va fundiendo con la oscuridad, cada vez mayor a medida que esos haces de luz van atenuándose más y más, como una llama que una vez ardió y de la que hoy, más que ascuas, los restos son cenizas.
     
    #1

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