Una Noche Estival

El clarear de la luna menguante irradia con su tez de muerte lustrosa las vegas donde las fuentes nocturnas susurran versos de amor y de frenesí pasional.Allí se aparean las alimañas de la santa obscuridad,mientras las brumas densas bajan raudas de los montes de hierro para sembrar la confusión a los espectros tutelares que anidan bajo la tierra humeante de una estación de estío que se niega tozuda a dejar paso a la mañana otoñal.Un ermitaño enjuto se pasea por los senderos sonámbulo mientras el graznido del negro cuervo golpea con su salvaje escalofrío a los obtusos aldeanos que no son capaces de conciliar el sueño,en sus camas mohosas,encharcadas de vino tinto que corrió a raudales en la jarana a la que se entregaron en el plomizo atardecer donde ululaban con enrabietado espasmo dionisíaco.Pero ahora,con el florear sobrenatural de los demonios entre brisas cálidas,se callan para no ser poseídos.Pues saben que tales entidades olfatean el horror humano por la penumbra vacua de un corazón que ha renegado de la sacrosanta imagen natural de Dios,y en su lugar tiene cabida la centelleante idea del becerro de oro.