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Una pagina al azar

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Rodolfo Carmona, 29 de Febrero de 2012. Respuestas: 0 | Visitas: 585

  1. Rodolfo Carmona

    Rodolfo Carmona Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    27 de Enero de 2012
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    Abro una página al azar y sucumbe la desidia. Abro una página al azar de cualquier libro y nace el infinito. Retornan las palabras hablando de las lluvias y de un campo de batalla donde rodábamos ayer sobre la hierba de Withman. Retornan las palabras tarareando a Louis Amstrong. Ilsa se hace visible en el ensueño, pero ni Rick ni Lazslo ven más allá del blanco y negro. Ilsa se desvanece como las notas de un piano en mitad del océano.


    Rumor de tormenta en el ambiente. Olor a leña quemada. Truena en la lejanía mientras una guitarra recuerda el fulgor del verano y unas manos que envejecen mal escriben a un lector ausente.
    Por fin llega la lluvia. Aprieta con fuerza. Como si quisiera borrar el rastro de la historia,los restos de la hoguera en Alejandría, Florencia, Maní, Santiago,Córdoba, Berlín...


    Por fin llega la lluvia. Burbujea la tierra encharcada. Desescombra el agua los nichos del pasado. Arrecia el temporal y brotan del barro los nombres deltirano. Atanasio, Diego de Landa, Hitler, Pinochet, GirolamoSavonarola, Diocleciano, Quin Shi Huang... Y el último verso que escriben las gotas sobre el lienzo de fango acaba con un index librorum prohibitorum.


    Me asomo, admirado, y veo desdibujarse las sílabas de ese verso entre la claridad del agua. Un agua que corre sobre el asfalto de las calles, sobre los recuerdos y acontecimientos amargos o felices que se superponen a todo cuanto acontece.


    No hay melancolías que valgan cuando las almonedas subastan la ignorancia de los poderosos, cuando hasta el mismo aire regala el sustantivo odio por la calles y las plazas donde jugaban los niños del pasado. No cabe la cobardía cuando sobre la pira de páginas y palabras se aniquila el talento,se emborran a fuego vivo los ideales, los sueños, la irreemplazable y única sabiduría de quienes las escribieron o crearon.


    Vuelven del humo y del olvido los libros antiguos, los pergaminos milenarios, las ideas que fueron un día luz y sombra a un tiempo. Vuelven como las notas breves de un viaje al mundo de lo que pudo ser y quedó truncado.Vuelven sabedoras de que la historia se reescribe a si misma con latinta de la victoria, con la absurda y temporal ortografía de los vencedores.


    Aunque la historia, que no acude jamás a Bilderberg, se guarda siempre su última certeza:los vencidos nunca lo son del todo. Las ideas sobreviven, siempre, a lencarcelamiento y al verdugo; como si el tiempo supiera de antemano todo lo que estaba a punto de ocurrir en la calle Tucumán de Buenos Aires, o en la estación de tren de Bobigny, o en la celda 46664 de Robben Island.


    Deja de llover. Ya todoes un recuerdo, un hormigueo intrascendente, una pose de intelectual venido a menos. El ahora impone la ley de Newton antes que la Métricade Schwarzschild. Deja de llover, y es como si la tierra hubiera saciado su sed para siempre. El viejo café colonial donde Borges buscaba anáforas en los posos del té nos cerró la puerta en las narices.


    Abro una página al azar y como la hojarasca seca que prende, se cuaja la estancia de nieve tibia. Y se balancea el árbol donde dormita el león africano, el flamboyán anaranjado donde Hemingway y Spencer Tracy admiraban el azul y las blúmeres del mar de Cojimar.


    Se habla de la perfección y belleza de la matemática como un paraíso incorruptible, como el postrér edén de la inteligencia humana. Pero la literatura es, a mi parecer, de una belleza idéntica. Capaz de levantar pirámides, oráculos, catedrales, mitos. Capaz de construir melodías y nombrar con acierto lo real y los azares de una ficción que se hace inaugural y eterna en cada lectura sucesiva.


    Y con un par de mojitos de más en la guantera, me atrevo a afirmar la superioridad de laliteratura sobre la matemática. Ya puestos. Donde hay una buena metáfora jamás dos y dos son cuatro. Jamás la aritmética renuncia a la pasión y a la noche cada vez que algún escritor nombra el mundo con minúsculas. Si no que cada dos esconde un trío que busca,como Brodsky en Venecia, a la belleza y a su doble en los reflejos del agua.


    Salto al vacío. Y me situó en el segundo posterior al fin de Auschwitz. Y me fallan las matemáticas.


    Y como las olas de esta orilla que nacieron en las causalidades sospechosas de un aturbulencia del sol y de una tormenta lejana, espumea una pregunta junto a las rocas: ¿qué hiciste el 27 de enero? Y como los leviatanes asesinos que surcaban los mares en la vispera del hombre yla escritura, desaparece. “Call me Ishmael”...


    Abro una página al azar que no quiere dormirse. Una página al azar que lleva su moneda de cobre bajo la lengua. Un té con hielo para desandar la madrugada,por favor. Le pido al camarero.


    Es necesario poner un punto y aparte, o mejor, un punto y final a los finales convencionales. Contamos historias que ya han sido contadas en cientos de mitos y leyendas. Pero toca escribir, a pesar de todo. Y uno tiene la sensación que vivimos vidas que ya han sido vividas porotros yo que están dormidos. Pero toca vivir, a pesar de todo.


    Kavafis entra en el café y se sienta a mi lado. Lo que somos es siempre la suma de lo real y de lo imaginado. El poeta es un mentiroso sagrado que engrandece lo vivido para hacer más vivible lo sentido. Me cuenta Kavafis algo sobre su tumba en Alejandría y del estío. Los estetas de salón llegan a destiempo a un siglo que nunca es el suyo. Cambiemos las reglas del juego. Que salga el sol en mitad de la noche.


    Los sueños cojean como Byron ante la luz del mediodía. Los cátaros rezan todavía en Carcasonne. La ruina llegó después de Homero. Todas estas frases las pronuncia Kavafis en voz baja. Yo le escucho reverentemente .Guardando silencio. Recordando, no sé muy bien por qué, los testamentos traicionados, los gatos desolados de San Petersburgo, los templos y los palacios abandonados, las banderas ondeantes, la muerte parisina de Oscar Wilde.


    Mullos trae noticias deTrieste y del mar. Regresa el paraíso. La vida sorprende siempre con sus metáforas del cielo. La reina está nuevamente de parto.


    La puerta se abre con estrépito. Un mendigo entra recitando en voz alta: Cuando nos miramos al espejo nos confundimos de persona y de escenario. Mi nombre es Isaías. Escuchen mis palabras. Éste es mi siervo, mi elegido, mi amado, la alegría de mi alma; pondré mi espíritu sobre él para que anucie la justicia a las naciones. No disputará ni gritará, nadie oirá su voz en las plazas. No romperá la caña cascada y no apagará la mecha humeante hasta que haga triunfar lajusticia. En él pondrán las gentes su esperanza.


    Después pide unas monedas y sale a la calle dejando un silencio espeso. Un silencio que rompe Kavafis preguntándose quién fué el primer hombre que pronunció la palabra amor.
     
    #1

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