UNA SOLA NOCHE

Era un día de tormenta, mientras fuera caía la lluvia con furia, dentro de la mansión el ambiente era cálido logrado por el fuego de la chimenea de hierro forjado. No es que hiciera demasiado frío, al fin y al cabo eran las primeras lluvias, pero habían decidido encenderla porque gozaban al ver crepitar las llamas.
Sólo anhelaban estar juntos, no decían nada, no lo necesitaban, miraban fijamente los troncos mientras se consumían. De vez en cuando se escapaban miradas furtivas dirigidas al único lugar que les interesaba, sus rostros brillantes.
Era la primera vez que conseguían estar juntos y no sabían si sería la última, pero de lo que si estaban seguros era de que no querían estar en ningún otro lugar, ni con otras personas. Mirarse sin prisas, sin espías, sin nadie que los interrumpiera, esa sería su noche, y aunque sólo fuera una, sentían que había valido la pena el esfuerzo realizado para llegar a ese instante.
Él la miraba con ojos de explorador ante un mundo desconocido pretendiendo descubrir cada escondrijo de su airoso cuerpo. Curvas sinuosas, pechos exuberantes que como montañas remontaba sintiéndose un conquistador al ganar sus cimas. Mientras, ella se dejaba conquistar, tan placentera le resultaba la visión de su cara disfrutando con cada segundo de posesión de su cuerpo anhelado.
Horas, minutos, segundos de goce correspondido, sólo interrumpidos por las gotas de lluvia estrellándose en los cristales. Inundaba la estancia un suave olor a eucalipto, ella se había encargado de que todo fuera seductor. Había recogido algunas ramas y frutos en el bosque cercano de esa especie que le encantaba, pues su aroma la transportaba a otro mundo, irreal, fantástico, evocador.
Oleadas de pasión, risas, miradas cómplices, el tiempo que acontece, sin prisa. Tu aliento sobre su cuello, mientras sus dedos no se incomodan al recorrer tantos centímetros de piel, para finalmente, llegar a enredarse en tu melena rizada que ondeabas como una bandera. Rizos que caen como agua de una cascada sobre su pecho, mientras, abrazados en medio de su mundo, no hay más universo porque el amor sabrá siempre por donde ir.
Su boca te mata, te provoca, te vuelve loca cuando te toca, eso es la felicidad o debiera serlo. Tu mirada le atrapa, le condena, le somete a tus deseos inconfesables. Quizá fue el destino que os unió, quizá sólo un instante de felicidad en vuestras azarosas vidas. El pasado ya sólo son recuerdos y el futuro aún está por escribir. Entonces ¿qué es lo que vale la pena vivir, saborear?...sólo el presente. Sólo el instante que tenemos en nuestras manos, ese momento irrepetible, porque cuando pasa ya es pasado y se convierte en recuerdo.

La noche va llegando a su fin, sin decir nada continúan mirándose. Ya ha dejado de llover, hay que volver a la realidad. ¿Qué pasará al amanecer? Ninguno lo sabe, ni quieren pensar en ello, sólo disfrutar del momento, aún queda tiempo.