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Unicornio - Una vez muerto el sueño.

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0, 17 de Marzo de 2017. Respuestas: 0 | Visitas: 366

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    p03t4sTr0_d3_4l4b4sTr0 Poeta recién llegado

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    Camilla tiene 10 años pero no está triste. Ha vivido tanto tiempo en otras partes, con otras gentes. Ha llorado poco en su vida y ya no recuerda cuando fue la última vez que lloró porque mamá o papá no estaban cerca. Sabe lo que está pasando, pero permanece sentada en el sillón mientras sus padres hablan con sus amigos. Sabe que papá y mamá se irán y ella se quedará a vivir en esta casa de ventanas grandes, de jardín con alberca y de perro grandote. Lo sabe porque ha visto al chofer bajar las dos maletas negras que su nana preparó con su ropa, sus libros y sus juguetes esta mañana. No le preocupa ni le angustia que sea por el trabajo de papá o por los caprichos de mamá. No le interesa nada de eso. Seguirá asistiendo a la escuela de monjas en la que entro hace un año, cuando sus padres le dijeron que sería mejor que ya no tuviera tutores y fuera al colegio, sin importar que el chofer que la esperará en la puerta a la hora de la salida no será el mismo y que no la llevará al departamento en la zona exclusiva, que no verá a la misma nana preparándole la comida y que no hará la tarea en el escritorio de su cuarto que solía estar al fondo del corredor a la izquierda. Las cosas serán diferentes, pero para Camilla realmente no hay ningún cambio. ¿Qué cambio, si papá siempre está ocupado en la oficina y llega tarde en la noche? tan tarde que ya no siente ganas de quedarse dándose pellizcos cada vez que se sentía durmiendo, esperando a escuchar los pasos por el corredor y el gruñido con que se aclara la garganta. ¿Qué cambio, si mamá come en otros lados, anda en otras partes con otras personas, si sólo escucha su voz hablando con la nana cuando dan las nueve de la noche y Camilla ya está acostada? No, cambio no hay. Una cama distinta, una nueva nana, un chofer diferente y una casa
    (ya no un departamento) en el cual vivir su rutina. Todo seguirá sin cambio. Al menos eso piensa Camilla mientras mira a su derecha, tras la ventana, el crepúsculo y el aspersor en el jardín dando vueltas.

    - Hola, me llamo Mirna, ¿cómo te llamas? -

    Camilla voltea a su izquierda y mira a una niña de cabello castaño, rizado y alborotado, de ojos vivaces.

    - Camilla -

    Mira a la niña. La ha visto antes. Está en su escuela, quizá en su mismo grado o no. No lo sabe. En un año no ha hecho amigos.

    - ¿Quieres jugar Camilla? -

    - ¿A qué? -

    - ¡A corretear a Adolfo! -

    - ¿Quién es Adolfo? -

    - Tu ven, ahorita lo conoces, es lindísimo -

    Llegan al jardín corriendo, Mirna ha tomado a Camilla de la mano y la lleva casi arrastrando.

    - Ése es Adolfo -

    Anuncia mientras señala al enorme perro Rottweiler que Camilla viera desde el jardín, cuando llegó.

    - Oye, ese perro está muy grande, ¿no muerde? -

    - ¿Adolfo? ¡jajaja! -

    La risa de Mirna es graciosa. Camilla sonríe sin poder evitarlo.

    - ¿Cómo crees? ¡Adolfo es lindísimo! mira ven, abrázalo -

    Mirna se trepa al lomo del perro y lo abraza por el cuello, el perro se deja caer sobre el pasto gimiendo como cachorro mientras Mirna se desencaja de risa. Camilla ríe sin poder evitarlo mientras ve como un perrazo es sometido por una niña apenas más grande que él.

    - Mirna, deja a ese perro en paz, acuérdate que lo acaban de operar -

    La voz es grave, profunda, y viene detrás de Camilla, quien voltea y ve que por la puerta del jardín sale un hombre alto, corpulento, de barba espesa. Sonríe mientras mira a las dos niñas con afabilidad. Mirna desmonta del perro y deja que escape, huyendo a los pies del hombre, quien se acuclilla para acariciarle la cabeza.

    - Ash, pero no le pasa nada, a Adolfo le encanta jugar conmigo -

    Con mohín de fastidio, Mirna cruza los brazos.

    - Pero ahorita necesita estar cuidado de hacer esfuerzos, ya lo sabes Mirna. ¿Por qué no se van tú y tu amiga a jugar a tu cuarto, mejor? -

    - ¡Pues sí, eso vamos a hacer, vámonos Camilla! -

    De nuevo Camilla se ve arrastrada de la mano, entrando a la casa, dejando el jardín atrás y siguiendo un pasillo largo, lleno de retratos, pinturas, puertas abiertas, otras cerradas y varias mesitas con adornos. Cuando finalmente la mano de Mirna la libera, se descubre en el umbral de una habitación amplia y luminosa. El piso está cubierto con una mullida alfombra verde oscuro, semejando césped. Las paredes pintadas de azul celeste y en medio de todo, una cama matrimonial con un edredón rosa pastel decorado con tulipanes. A su derecha, un tocador blanco con vivos rosas y una luna enorme coronándolo. Mirna ha entrado hasta el armario del fondo, ha venido hablando desde el jardín sin parar.

    - Antes tenía un gato, Palermo, pero no me gustan los gatos o no me gustan como huelen ¿sabes? pero los perros me encantan, sobre todo Adolfo que es tan lindo, pero si es cierto lo que dice Jorge, lo acaban de operar y ahorita no puede jugar, pero a mí se me había olvidado, de todas formas, no le hicimos daño ¿verdad? nada más estábamos jugando con él, pero bueno, ahora podemos jugar aquí, tengo peluches y muñecas así que podemos hacer una fiesta de té o una kermés como la que me hicieron en mi cumpleaños, con puestos de galletitas y taquitos y pasteles y gelatinas, así los peluches atienden los puestos y nosotras con las muñecas somos las festejadas ¿verdad? -

    Camilla sonríe con todo el palabrerío de Mirna, entra a la habitación sintiendo la espesa alfombra bajo sus zapatos, se acerca al escritorio que está frente a la ventana que da al jardín en la habitación, al lado del armario donde Mirna alborota todo el contenido, sacando peluches, muñecas y pequeños muebles de plástico que, dice «serán los puestos donde se darán todas las cosas ricas para el cumpleaños». Sobre el escritorio Camilla ve varias libretas, libros para colorear, paquetes abiertos de colores y crayones. Mirna ha sacado la cabeza del armario y nota a Camilla a un lado del escritorio.

    - ¡Ah! también tengo muchas cosas para dibujar ¿te gusta dibujar? porque a mí me encanta, todos los sábados vamos a la clase de pintura y pintamos con acuarelas ¿sabes pintar con acuarelas? porque hay que usar pinceles, no es lo mismo que tomar un color o un crayón y ya, hay que mojar el pincel y pasarlo por la acuarela para poder pintar, pero no con mucha agua, porque si no, no pinta nada -

    Pero Camilla no está interesada en nada de eso, mira atrás del escritorio, por la ventana que da al jardín, al hombre que interrumpiera el juego con el perro. Iluminado por el sol rojizo, se pasea tranquilamente sobre el césped con una pipa en la mano, llevándola a los labios y provocando pequeñas humaradas que se pierden en el cielo. Lo mira de arriba a abajo, el cabello oscuro, ondulado, la barba ensortijada y los ojos grandes, brillantes bajo un par de cejas espesas, los labios sobresaliendo por entre la barba, el pecho amplio y las manos gruesas, la camisa de lino blanca ligeramente arrugada que le cubre un vientre un tanto abultado, los pantalones de mezclilla azul marino y las sandalias de cuero café, dejando asomarse los dedos desnudos. Repentinamente Camilla se da cuenta que Mirna le está preguntando algo directamente, con cierto tono de molestia.

    - ¡Camilla! ¿entonces qué? ¿pintamos o jugamos? -

    - Eh, bueno, vamos a jugar pero... ¿quién es él? -

    Señalando con la mano hacia el jardín. Mirna sigue la dirección del dedo de Camilla con el ceño fruncido pero cuando mira hacia el jardín y ve al hombre, se le extiende la sonrisa con la satisfacción de poder responder.

    - ¡Ah! ¡Es Jorge, mi medio-hermano! Bueno, mi hermano, porque dice mi papá que no le debo decir medio hermano, aunque es hijo de mi papá y otra señora antes de que se casara con mi mamá. Pero la otra señora vive en Estados Unidos y él se vino a vivir acá con nosotros desde hace un año. Es muy raro, vive en el cuarto de servicio, al fondo del jardín. Es el cuarto que era del jardinero, pero ya no tenemos jardinero, sólo Don Ramón que viene cada semana a cortar el pasto, pero eso no importa. A Jorge le gusta vivir allá, aunque tenemos el cuarto de visitas, dice que allá puede fumar más tranquilo sin molestar a nadie, pero a mí no me molesta cuando fuma, huele como a manzanas, pero no sabe a manzanas ¿sabes? porque una vez que no estaba, entré a su cuarto y encontré su pipa y probé a ver a qué sabía ¡y sabe horrible! Adolfo es su perro, por eso lo cuida tanto y a mí se me había olvidado que lo acaban de operar. Jorge es pintor y fue quien hizo los letreros para los puestos de la kermés, en mi cumpleaños, y no sólo escribió lo que tenía cada puesto, también le puso dibujitos de taquitos y de galletas y de pasteles y gelatinas. ¡Claro! Primero podemos hacer los letreros con los crayones y los colores y luego se los ponemos a los puestos para jugar y así, pintamos y jugamos ¿verdad? ven, mira, yo con los colores y tú con los crayones... -

    Camilla se deja llevar, ya tiene práctica en estar sin estar con sus compañeras del colegio, cuando les toca hacer algún trabajo en equipo y ella hace su parte, respondiendo en automático para poder pensar en otra cosa. Como ahora, que no deja de pensar en Jorge, su camisa de lino y sus manos grandes, mientras dibuja en una hoja en blanco un pastel de cumpleaños con velitas, como le indicó Mirna que hiciera. No entiende por qué le sienta tan bien pensar en Jorge, en su barba oscura y espesa que brillaba bajo el sol, en sus labios que parecían sorber de la pipa cada vez que sus manos la acercaban, en los dedos de sus pies asomándose por las sandalias y sobre todo, en su voz profunda y grave. Por un momento se pregunta cómo sonaría su propio nombre dicho con esa voz, cómo se sentiría saludar esas manos tan grandes y si de verdad huele a manzanas ese humo que deja escapar por los labios, en grandes bocanadas. Es entonces que su mamá llega a la habitación.

    - Camilla... -

    Ella voltea y la ve, de pie en el umbral y, pensando aún en Jorge, siente el corazón latirle tan rápido que casi sin notarlo, una lágrima le nace y escurre por la mejilla derecha.

    - Ay, Camilla, no llores, no nos vamos por mucho tiempo, además vas a tener a Mirna para acompañarte aquí y también a sus papás -

    - ¡¿Camilla se va a quedar?! ¡Qué bien! Vamos a ser como hermanas, te puedes quedar aquí en mi cuarto para que juguemos y nos contemos cuentos y podamos dibujar... -

    Pero Camilla no llora por la partida de mamá y papá, no le importa realmente. No sabe por qué le llena una tristeza al pensar en Jorge «¿es tristeza?» se pregunta. Nuevamente se deja llevar y acompaña a sus papás hasta la puerta. Se deja besar y les da besos a ambos, se deja sacudir del brazo por Mirna quien, emocionada, sigue listando todas las cosas que podrán hacer juntas. Mientras los papás de ambas se despiden, las dos niñas siguen a la nana de Mirna quien las lleva a un pequeño antecomedor y les prepara un par de sincronizadas acompañadas de jugo de manzana. Camilla come y responde automáticamente a la plática de la otra niña. Cuando terminan, van nuevamente a la habitación donde le han preparado un lecho provisional al lado de la cama. Se lava los dientes, se pone la pijama y se acuesta en su lecho, junto a Mirna quien, desde su cama, sigue contando las cosas que van a poder hacer al día siguiente en la escuela y de las amigas que le presentará cuando lleguen también. Cuando todo queda en silencio, la habitación iluminada con la pálida luz giratoria de la lámpara en la mesita de noche, Camilla cierra los ojos y recuerda a Jorge, sus ojos brillantes bajo las cejas espesas, chispeando como si el sol de la tarde los encendiera en pequeñas brasas. Cerrando los ojos, musita suavemente.

    - Jorge -

    Y otra lágrima se resbala, ahora por su mejilla izquierda, mientras Camilla se queda profundamente dormida.

    Dedicado a "Unicorn - The dream is death." . Escultura de Damien Hirst.
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    Última modificación: 17 de Marzo de 2017

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