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Váci Utca

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Raskolnikopf, 13 de Agosto de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 435

  1. Raskolnikopf

    Raskolnikopf Poeta recién llegado

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    9 de Agosto de 2013
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    El sol me daba en la cara. El sol me abrasaba más bien dicho. El aire caliente con su peculiar aroma a humanidad que inhalaba tampoco ayudaba mucho. Tenía una ventana sin persiana justo a mi derecha y 7 camas rodeándome en una habitación amarilla. Una en mi cabeza, a mis pies, a la izquierda… La gente se estaba despertando y, al mirar a la izquierda, vi que ella llevaba despierta un rato. Todo el mundo se estaba preparando para ir a desayunar y nosotros también lo hicimos. Metimos las cosas en nuestras mochilas y fuimos a hacer checkout.

    Habíamos quedado con los demás en los banquitos de la Ría. Venían a echar el día y poco más. Tampoco es que el sitio ofreciera demasiado, pero estaba bien. Al final del paseo había un intento de parque de atracciones en el que íbamos a pasarnos todo el tiempo hasta que nos tocara irnos. El parque tenía poco más que una ola y coches locos.

    Pasamos horas allí realmente entretenidos hasta que, llegado un punto, me empezó a doler el pie derecho. Al principio era solo un dolor en los dedos al apoyar el pie, poco después se convirtió en punzadas incesantes. En el parque había una enfermería, aunque me parecía demasiado penosa. Prefería ir a un hospital.

    “Eres un exagerado, no será para tanto”
    “Será…”

    Contra la voluntad de todos, acabamos yendo a la enfermería. El médico estaba solo en su consulta, pero aun así me dio cita para una hora después. ¿Una hora? ¿Qué cojones iba a hacer durante una hora? ¿Cascársela? En fin, salimos del parque por la puerta que da a la plaza central.
    Sólo recuerdo su silueta en la playa. No era ella ni ninguna otra. Era mi fracaso. Siempre lucho por salir adelante, conseguir mis metas, por inercia… pero esa vez no. Y me sigo arrepintiendo. Sólo recuerdo la silueta de su espalda en la playa, al atardecer. Y su pelo, precioso. Como ella, preciosa. Como lo que me falta. El caso es que no podía verla. Ya fueran mis amigos, mi familia, sus amigos e incluso desconocidos, todos estaban en contra. No sé por qué. Tampoco quiero saberlo. Tampoco me importa.

    La plaza central parecía haber sido construida en la época Napoleónica. Grandes edificios importantes y aceras anchas de piedra. La universidad enfrentada a la Galería Nacional en la misma plaza daba un aspecto majestuoso al pueblo. Al final, había un pequeño canal junto al cual la gente se paraba a tomar cerveza y a charlar. Yo quería ver todo eso pese al dolor incesante. Lo intenté. Recorrí la mitad del canal hasta que no pude más y decidí dar media vuelta. Quedaba media hora para ir a la consulta pero creía que en ese estado no llegaría. Agobiado, saqué el móvil para pedir a mis amigos que me recogieran. Pasaron de mí. Y se me cayó. Se me cayó el móvil quedando completamente inútil. Pedí ayuda a varias personas, pero se ve que era demasiado pedir. Conseguí llegar.

    Enfrente del mercado había una parada de taxis con parasoles viejos, despintados y oxidados. Los taxis tampoco es que fueran mucho mejores. A decir verdad, todo en esa plaza era viejo, pero me gustaba. Estaba sentado frente al espejo, mirándome la cara de perro que tenía mientras el peluquero me cortaba el pelo. Esa peluquería no existe a día de hoy, maravillas del progreso. Se había quedado anclada en los años 60. Por eso precisamente me parecía preciosa, tan humilde como preciosa. Tenía un caballito de tiovivo para cuando tuviera que cortarle el pelo a un niño pequeño. Entonces escuché un grito desde la plaza. Reconocí la voz enseguida, así que me levanté a mirar por el escaparate. Venía corriendo por la parada de taxis, parecía contenta de haberme encontrado. Salí corriendo hacia ella y nos besamos bajo uno de los parasoles. Los dos llorábamos y yo acaricié su mejilla con un pulgar afortunado de robarle una lágrima. El tiempo debió pararse mientras nos mirábamos fijamente, hasta que nos besamos.

    El médico era un mierda. Demasiado subido para ser el responsable de una enfermería en la que, como mucho, se ponían tiritas. Da igual, no podía ir a otro lado así que entré con ella en la consulta y le expliqué el dolor que tenía en el pie. Me dijo que me quitase el zapato, y así hice. Entonces, sorpresa: gangrena. Medio pie negro completamente. Yo entré en pánico mientras que ella me decía que no fuese un exagerado.

    “Vas a tomar esto durante dos días para que fluya la sangre y ya vemos que pasa”
    ¿Pero estás loco? Voy a perder el pie.
    “Eres un exagerado”
    “Si no pasa nada, como mucho se amputa el pie y punto”
    ¿Cómo mucho? ¿Te parece poco?

    Lo triste es que he soñado varias veces con ella. Lo triste es que eso es lo más cerca que voy a estar nunca de tenerla. Yo para ella no existo. Soy un contacto no guardado en WhatsApp, como mucho. Nunca le he dicho lo que siento. Nunca leerá esto o, si lo hace, no sabrá que será para ella. Y si lo leyese, puede que hasta se riera.

    Entonces sonó el despertador.
     
    #1

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