Ve, Claudia…

Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.

Hincadas ambas rodillas,
cuanto por un ojo llora
por el restante te adora,
deleitando en las lunillas
que cual nuevas maravillas
ornan tu cuello gentil
del corazón el candil,
del amor el terciopelo.
Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.

Sucios premios le parecen,
pues no son tus dulces lazos
ni tu cuerpo y sus ribazos,
oro en que los odios crecen
y ambiciones mil se mecen,
gloria deshonesta y grave
de espurio y falso alquitrabe
ganada en sangre de duelo.
Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.

Por contemplarte mejor,
no lince esbelto y rojizo,
león de lomo cobrizo
o gato siempre avizor
a enemigo superior
ser en la vida quisiera,
mas, si acaso se pudiera,
del firmamento torzuelo.
Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.

A fuer del afecto grande
que de continuo te guarda,
raro será que no arda
bajo la encina y la llande
la voz que lozana expande
al viento por ti suspiros
y construye de zafiros
soberano y fuerte estelo.
Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.

No supieron en el mundo
de tal pasión las estrellas
ni las súbitas centellas
de semblante furibundo
como la que a él, sin segundo,
agora afronta e inunda,
riega y a más que fecunda
quema de la piel el hielo.
Ve, Claudia, al joven Naelo
preso y esclavo en tu cielo.​