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Verónica I, II y III

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por Hide, 24 de Mayo de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 566

  1. Hide

    Hide Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    23 de Mayo de 2011
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    Verónica



    I



    ¿Por qué siento ese sentimiento de libertad al escuchar el violín de aquella dama en particular? Los músculos se expanden en mi cuerpo, la sangre fluye como el sorbete en hielo. Cada vez más rápido su manera de comunicar; no siente la naturaleza, ni la percibe; está sumisa en su música. Con su lindo vestido enterizo de flores amarillas, con un sombrero de paja y alrededor una cinta amarilla, su pelo dorado castaño muestra el esplendor de su hermosura. Cómo no poder recordar su sonrisa con un poco de brillo en los labios y sus ojos cerrados muestra lo delicada que es su mano al raspar el violín. Qué gruñido hace su violín cuando de pronto sabe que la observo con mi camisa roja desde mi balcón; baja el arco del violín y entra a su cuarto, el concierto había terminado y sólo queda el cantar de los pájaros… de pronto saca un poco la cabeza y me sonríe, de inmediato cierra la puerta de vidrio. El día de hoy terminó con su nombre en mi boca… Verónica.



    II


    Como bailas al lado de esa fuente, es de noche y las rosas naranjas con un poco de rocío brillan con el esplendor de tu risa. Quiero reírme, pero no satíricamente, sino de felicidad, e ir a bailar contigo, en la luna de queso. Siempre llevas ese vestido con la primavera, después del otoño y antes del verano. Hace poco conocí a una chica algo diferente a ti, presumida a su manera, pensando en ella; pero lo hace inconscientemente. ¿Sabes qué?, ustedes dos parecen como el agua y el aceite, ambas chocarían y no se unirían, pero no puedo olvidar que ambas son líquidas y suaves como el algodón. Perdóname por quitarte de mi pensamiento unos segundos, por no seguir viéndote desde mi balcón cuando giras tu vestido y haces algunas ráfagas de viento, perdóname porque nunca escucharás estos tontos escritos... No sé si es amor, si es electricidad, si es miedo de estar junto a ti, pero llenas un vacío en mis dedos al escribir en tinta tu nombre. Recordé que a Laurence le gustan las rosas naranjas, la literatura y la música. No sabe componer ni sabe el color de la música, no sabe qué es amor… pero bueno, yo tampoco sé lo que es. Pude besar tantos labios, enredar en mis manos no sólo lápices y colores, sino cabelleras rubias y rojizas, pude oler jazmín, lavanda, rosas, alhucema, tomillo, sándalo, mimosa, azahares, rosas, ver diferentes culturas y colores. Pero me conformé con tu esencia, tu excéntrica personalidad, la música de tu violín y de esa flauta transversa que en un segundo hace oscurecer el atardecer presentando una noche estrellada. ¿Cuándo te veré al lado mío?... Perdóname de nuevo, sólo quería decirte que odio las rosas naranjas.




    III



    Quise darme un paseo al centro de la ciudad, andaba un día caluroso, con un sol matutino que hace levantar a todos a dar una buena soleada. Cambié mi camisa roja por la amarilla para acompañar tu vestido; hacía tanto calor que me acerqué a una de esas tiendas con una terraza en la azotea, pedí una limonada con hielo; no quería que todo el día fuera tan dulce y quise cambiar un poco de sabor. Sentí un escalofrío en todo mi cuerpo, un pequeño viento me refrescaba mi ser, cerré los ojos por un momento y recordé esa imagen cuando girabas aquella noche, puse mis manos cruzadas detrás de mi cabeza y sonreí. Ya había pasado la 1:00 pm, me rugía el estómago, y decidí caminar un poco más para poder comer en un buen restaurante, que no sea tan elegante, pero de buena calidad. Qué curioso, escuché esa canción de Pachabel que tanto practicabas en el balcón, volví a sonreír y me animé a entrar. Un mesero, me atendió, mostró una mesa desocupada y preguntó si venía solo, inmediatamente conteste que sí. Levanté el menú para poderme concentrar un poco y no poner tanto cuidado al violín de otra persona que no sea el tuyo. Pedí algo de comer y de nuevo otra limada con hielo. Había acabado la canción, personas comenzaron a aplaudir y a reunirse en un grupo donde estaba el artista, nuevamente no le puse cuidado. De pronto llega el mesero con un vino blanco y un papelito debajo, como buen conocedor del vino, comencé a olerlo, era un vino frutal de naranja, cerré mis ojos y decidí probarlo, era exquisito, era como respirar en el dulce sabor de un lienzo recién pintado. Resolví dejar de imaginar y recordé la nota debajo de la copa de vino, textualmente decía: “No tengo versos para escribirte, porque todas mis palabras quedan impregnadas en mis ojos al verte”, qué mensaje tan raro, volteé a ver la conglomeración, donde estaba el artista, pero ya no estaba, giré mi vista a la puerta y sólo vi el vestido de flores amarillas que siempre adivinaré. Otro momento tan cerca de estar al lado tuyo, tan cerca de echar todo a la mierda e ir a abrazarte, me resigné a no probar bocado y volver a mi apartamento y pedir algo a domicilio. Pero volví al maletín que llevaba y saqué ese libro donde metí tu pequeño escrito, por tercera vez en el día haces que me sonroje, y de nuevo sin ninguna monotonía escuchaba tocar otro instrumento, viéndote a ti sentada como siempre, ahora con un gran violonchelo, rediseñando esas canciones clásicas que hacen suspirar a un sin mil de personas. Debo dejar de apasionarme por ti, dejar de sentir esto que se me pone la piel de gallina, pero algún día me tomaré el valor para decirte pocas palabras. El bip bip del celular interrumpió tu música, era Laurence, me pidió que nos encontráramos y poder platicar de algunas cosas, con suerte te digo que alcanzaré y haré todo lo posible por estar contigo.
     
    #1

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