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vi mis ojos, desde lejos.

Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por lev, 17 de Agosto de 2009. Respuestas: 0 | Visitas: 698

  1. lev

    lev Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    10 de Agosto de 2009
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    Con tan solo recordar su nombre, la palabra amor se dibujaba en su boca, lo trazos de su voz se marcan infinitos, ante la ausencia reiterada , aun cuando en su rostro se cincela la sombra gris de un recuerdo dulce como almíbar, pero también, se forma el acerbo adusto y procaz de un pasado desintegrado por la apatía, ese hombre amaba a una mujer, que no se quedo lo suficiente para verlo morir, morir por su amor frenético en ocasiones, caustico en otras, como un kiwi verde, polvoriento y tan seco en la lengua ansiosa, que provoca nausea, como la pena que le provoca el despertar y no verla cobijada entre sus sabanas, que protegieron por un tiempo los sueños letárgicos de las madrugadas hirientes de esa soledad compartida. El se quedo solo, esperándola, solo y sin remedio, esperando su retorno, que no llega, que se burla, aunque día a día, bifurcaba en esa… la esperanza recóndita, de verla entrar por la ancha puerta de su vida, esto nunca sucedió. Lloraba y bebía, fumaba y tosía, miraba por el rosetón de su casa la lluvia caer enojada en el suelo, esperando que una de esas gotas fuera ella, reformada por dios, perdonándolo por ser quien era, insuficiente en algún grado, pero aun de esa forma, miraba la lluvia buscándola a que bajara desde el cielo, depositándose en el fango oloroso de su patio, entre las gardenias secas, y las lilas evaporadas, para así, recogerlo desde sus lamentos, se imaginaba que descendería para besarlo tiernamente en la frente, decirle te perdono, me perdonas, pero no fue así. Sus ojos cansados, se quedaron esperándola, sentía lastima por el mismo, se veía perdido entre el dolor, ese amor que lo había reducido mas que en un ser hombre, a un ser bestia, uno sin yugo mas, que la lejanía de su torso moreno, de sus ojos lascivos, de su alma perpetua. Perdió su vida, pero nunca se arrepintió de hacerlo, cada instante de fe en verla volver, lo contuvo para no determinar el fin de su triste existencia, el creer, lo hizo amar el recuerdo destemplado de un amor, que se quedo para acompañarlo, ese amor que nunca se fue, que siempre lo sostuvo, que lo alimentaba de diatribas punzantes de recuerdos que nunca volverían. Cantaba en la noche en la voz de ese Carusso compartido, recordando el llanto tibante del pasado pérfido de su amante, el grito interno, ese grito sordo, que se iza furibundo hacia el cielo; implorando, preguntando el por que a ella, recordaba el cristal del espejo de su habitación, fulminado en el suelo, hecho mil trizas, escuchaba el graznido contuso del vidrio ante el topetazo cruel, del solar de madera de esa habitación solitaria, la veía tendida en el suelo, los borbotones de linfa roja, germinando por un error, no por el sentido trágico del fin, por un error, recordaba lo frágil que se sentía, lo vulnerable que la veía, sentía nuevamente el frio recorriendo su cuerpo, sentía el tiritón de esterilidad peregrinando su espina dorsal, lo atormentaba el no ser tan hombre, para tomarla en sus brazos, y hacerla sentir mejor, dejarle ver que el llanto simultaneo era evidencia de que todo estaría mejor, que las lagrimas negras de esa noche, se quedarían en el remoto tiempo, en el antiguo día, para no volver, no fue capaz de hacerlo, se sentía impotente ante este recuerdo despiadado, recordaba que no fue una de las razones para que ella se fuera, era una de las razones por las cuales ella nunca pertenecería a nadie.
    Yo lo vi, no daba pena, los ojos de ese hombre, eran valientes, por que sufría sin medida, por alguien a quien amó, yo lo admiraba, si sentía pena por el, no por lo que se había convertido, sino más bien por lo que dejo pasar, ahora entiendo mejor, eso de que; “vio pasar la vida ente sus ojos”, no cree usted, que ese hombre vio pasar, una tras otra vez, la vida ante sus ojos, la vio desde un recuerdo, a través de los ojos alineados de una vida, que siguió sin presentarse ante el, se quedo sujeto a su dolor, inerte, esperando, sabiendo en el fondo que no regresaría, pero que el, por ese amor intransigente nunca dejaría.
    Hace poco supe de ella, esta bien, ama a un hombre, y a todos los que antes también, su mirada, esa mirada perdida, pero que deja ver entre la luz inefable de su inteligencia, que sabe mucho de todo, me musito bajito, de que no volvería, que nunca volvería a ningún lugar, que ya le bastaba con su pasado y su martirio, como para retroceder y volver a mirar la dolorosa injusticia de una vida sin poder, me dijo que no había mas espacio en su pasado, que para ver un futuro incierto. Pobre de aquel, que morirá esperándote, no se lo diré nunca, aunque se que ya lo sabe, prefiero que sienta orgullo, por ese dolor incólume que no lo deja ni comer, prefiero eso, a que me diga que somos quienes, nos sentimos ingratos ante la evidencia de los inexorable, prefiero darme cuenta, sin mencionármelo, por que me he visto, y lo he visto, y sin ella, aunque no este, no soy nada.
     
    #1

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