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Viaje a Herbania II

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Évano, 11 de Febrero de 2014. Respuestas: 8 | Visitas: 485

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    http://www.mundopoesia.com/foros/showthread.php?t=516379




    Cuando viajo me ocurre algo muy curioso, por llamarlo de alguna manera; es como si me introdujera dentro de mi cabeza y fuera por esta por donde viajara. Al montar en el tren que me llevaba a León (el destino para pasar Noche Vieja y Año Nuevo, hasta Reyes) es donde me metí dentro de ella. El tren era mi mente y yo estaba en él. La estrechez del pasillo, la de los estantes para guardar las maletas, la mujer con la hija dando viajes para fumar en los lavabos, esas parejas de ancianos con los bocadillos y las botellas de agua o bota de vino, el revisor quisquilloso, los que se montan a última hora sin billete, las paradas donde alguien se queda por haber salido al andén a fumar o comprar recuerdos, comida o tabaco; la pequeña barra de bar con los cafés de plástico o las cervezas de lata, el ver películas en un monitor pequeñito que tiembla porque en el asiento de delante no paran de moverse, esos auriculares donde oyes música clásica o la película que estás viendo; el paisaje que nos va dejando atrás lentamente, las montañas que se acercan y se van con sus árboles y aridez; los túneles que de vez en cuando nos parecen los lapsus que tiene nuestra cabeza... todo ello es como si me hipnotizara y me hiciera pensar que voy dentro de los recuerdos que mi memoria va poniendo delante mío. Me encanta el tren, su vaivén, su sabor a épocas pasadas: como una máquina del tiempo donde te das cuenta que el mundo y la vida muere como morimos las personas. Ves las estaciones abandonadas y pintadas de graffittis, fábricas medio derruidas, caserones de siglos pasados donde fácilmente, quizá, hay fantasmas habitándolos por toda la eternidad. Ves también las nuevas ciudades, con sus altos edificios de cristales tintados, blancos, de colores y a las luces de neón decorando las noches y, si tienes suerte, las miradas furtivas de alguna mujer a la que le pareces atractivo. Me encanta el tren.

    Luego llegas al destino, León, y es como si tu mente te desmbarcara dentro de otro rincón de ella, en este caso un páramo donde casas separadas, solitarias, oscurecidas por los barros y fachadas, siempre húmedas por las nieblas, nieves y lluvias que amurallan y las separan de un sol que solo logra vencer muy entrada la primavera. Allí la gente es callada, huraña, precavida, austera, pero a la vez emana de ellas la fortaleza del hombre frente a la bárbara naturaleza. Allí, embargado en el laberinto del inmenso invierno, con su niebla poderosa y la llovizna y nieves inmisericordes, pasé esos días como se sufren unas migrañas que cuando desaparecen las echas de menos porque es el salir de cuento fantástico donde cualquier historia de hadas, castillos, señores medievales, ninfas de bosques o historias que llevamos ancladas en el fondo del alma pueden y son una realidad que nos fascina y a la que tenemos que volver para no perder el lado oscuro y maravilloso de nuestra vida.

    Pasadas las fiestas de Navidad, un autobús me trasladó a Madrid para embarcar en el avión que me llevaría a Fuerteventura, la otrora, para mí, Herbania. El autobús era como si a un vagón del tren lo hubieran soltado. La entrada en la capital de España, en la madrugada del día de Reyes, me hizo pensar que yo era uno de los reyes magos yendo a colocar los regalos dentro de los zapatos que en las ventanas hubieran dejado los niños y niñas del mundo. La luz rosada, sangrante y violeta del alba, despertaba en las nubes. Ante mis ojos, una ciudad cuya sola ilusión es ver quien amontona más dinero para asegurarse lo que ellos llaman seguridad o libertad de futuro, o más triste aun: la vejez. Yo ya sé que ello es imposible, por lo que disfruto de un presente también imposible de atar o ligar. La vida es un caballo salvaje que trota y cabalga libre, un animal al que es imposible domar.

    Después del autobús vino el metro, para enlazar con el aeropuerto. El metro es la versión moderna del tren. Una cabeza, una mente nuestra corroída y rápida que transita por la oscuridad que nos lleva a un destino aun más fúnebre y oscuro, donde nadie mira a nadie: si trazáramos líneas imaginarias que partieran de los ojos de los viajeros que van en metro, increíblemente ningún ojo coincidiría con otro si no fuera por alguna esquina rauda y más veloz que la misma luz. Desconfianza, temor, miedo.

    El avión es otra cosa. Allí tu mente te alza y te eleva a lo más alto de ella, a lo más elevado, para que te veas diminuto, insignificante. Te sube por encima de las nubes y te dice: ¡Mira, idiota, y tú preocupado por tus pequeñas tonterías diarias". Y es verdad. El sol, inalcanzable en su trono, las nubes que van y vienen por donde el viento quiere, la tierra arañada tan abajo, como en el infierno de la cabeza, con sus montañas, algunas floridas, otras quemadas; los pueblos recogidos, como temerosos ante la amenaza de una naturaleza sobria e inalcanzable. Las venas de los ríos, serpenteantes, brillosas a los rayos, con sus ojos de pantanos; y las nieves de la dominante Sierra Nevada Andaluza, con su Mulhacem dominando todo el maravilloso sur de Esta España divida en nacionalidades y paisajes que en el fondo se aman tanto como se odian: como el declive de un matrimonio cualquiera después de muchos años de convivencia.

    Y llegas al estrecho de Gibraltar y entras en el padre continente, esa África de la cual brotó, para la desgracia de este planeta, la humanidad. En el estrecho los vientos luchan, entre cruzan espadas como el hombre lo hace para dominar la mayor extensión posible de sus estupideces. El avión bambolea y penetra y baja por la coste occidental de África, por la costa de Marruecos y el infinito mar de arena de un Sahara que lucha con el infinito océano Atlántico.

    Y de pronto, una isla de pata de pollo se divisa tan abajo como los pies de la mente por donde viajas. Crees que es imposible que un avión, otro vagón suelto del tren que vuela, pueda aterrizar en tan poco espacio. Pero la mente que te ha alzado creyendo que viajas en un vagón con alas, te desciende rápidamente y te hace ver que todo lo que trae tu vista es relativo y engañoso, que es un infierno o un cielo, según la aptitud y el pensamiento adoptado ante el mundo de una humanidad tan difusa como las arenas del desierto o las aguas de los mares, o las nubes de los cielos. Lo que parecía pequeño en realidad es inmenso, que no es tanta agua la que rodea y encarcela a tan poca tierra, que una vez allí estás a salvo, y que hay otros mundos, como esta isla de montañas volcánicas que lucen en bronce, como Unamuno, y en un oro traído por el viento de las arenas del Sahara. Son montañas y llanos desérticos, con a penas unos matojos para las cabras y algunas palmeras que pululan por los pocos pueblos que en la isla adormecen. Las nítidas playas, unas de arena blanca, otras de arenas de volcán o de rocas de lava, o de unos leves acantilados que recortan la costa este con unos faros del fin del mundo antiguo, son en realidad como esa soledad que en ocasiones nos rodean y, que a muchos nos encanta y son la única manera que tenemos para crear, organizarnos, encontrarnos con el verdadero yo de cada uno.

    El sol no se acaba nunca en Herbania, ha ganado la batalla a nieves, nieblas y lluvias; su aliado el viento es más poderoso de lo que nos imaginamos. Lo derruye todo: efigies, rocas, montañas... con paciencia y con todo el tiempo que le da la gana. Solo el mar es digno adversario de tan temido enemigo, y este es enemigo del sol. Y el sol es la luz al final del túnel que recorría este tren tan extraño que circula por el interior de mi cabeza.

    Y de pronto, el tren con alas, te deja en una estación que ya no está dentro de ti. Has salido del invierno peninsular y te hallas en el reino del verano eterno, en una isla donde nunca es primavera ni otoño ni invierno. Jamás florece la vida, pero tampoco la muerte. Es el sol y el viento infinito contra la lluvia y el frío, una lucha que no sucede en nuestro interior y donde no intervenimos ni tenemos capacidad para ello porque se realiza en el campo de batalla de esta Tierra. Es la vida contra la muerte, o lo que es lo mismo: una lucha de nunca acabar, como la humanidad misma. Vivimos en el Purgatorio, de donde saldremos cuando la creación de Dios se desplome, o sea: nunca. Por tales razones decido disfrutar, a mi manera, de los rincones que nos ofrece tan extraño lugar; un lugar donde las almas vagan y habitan a estatuas de bronce, caserones, edificios, oros, diamantes, piedras, árboles, mecheros, botijos, mentes, limones y naranjas... todo vive en este mundo en interiores de personas, animales y objetos; el resto es la realidad del exterior: el reino de la diosa naturaleza muerta, una naturaleza que para nosotros parece muerta. Pero Viento, Agua, Roca, Fuego, Oscuridad y Luz son los dioses de una realidad exterior que solo imaginamos.
     
    #1
    Última modificación: 2 de Julio de 2014
  2. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Sr evano es lindo viajarcasi y definitivamente volar es lo tuyo, gracias por el viaje atte yop

    Abrazos!
    Mi mente es difusa jeje y psra no aburrirte resumo: me encantó y disfruté del viaje en el tren de tu mente, quiza por eso te vuelve la migraña pero ya salgo
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Ya decía yo que de dónde había venido esta migraña repentina, y no es broma, que llevo unos cuantos días con migrañas jajaja... Aunque creo que su ipod también padece la enfermedad ajjajajja... Un montón de abrazos, musa mía. ¡Ah, y tengo otra musa: San Ballantines, el güisqui jajaja...
     
    #3
  4. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

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    No sé en que tren andará metido ahora, sr Évano, o qué le andará danzando dentro del tren, pero es un lujo acompañarlo en el baile. Bueno, baile, vuelo o viaje, yo lo sigo.

    Qué quiere que le diga: su relato me ha emocionado. No pida que le explique demasiado, las emociones lluviosas son así, llueven y llueven y llueven... espero no inundar las arenas de su relato.

    Gracias, gracias, gracias!!! Sigue de viaje? Quiero másssssss!!!

    Besazo lluvioso.
     
    #4
  5. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias mi Dulce nieve y lluvia de Enero, es usted la inductora de este viaje y no, no sigo de viaje, por ahora, aunque me gustaría viajar un montonazo. Un beso, amiga, y gracias por animarme a escribir.
     
    #5
  6. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    ¿He viajado con usted? Porque lo describe de una forma tan maravillosa que hasta hice el mismo recorrido.

    Voy notando cuánto parecido tenemos Évano, al menos en las reflexiones y demás citadas... No me extraña que terminara solo en las montañas,
    al menos a mí, ese deseo ermitaño me ha invadido toda la vida... Quizás algún día me de el gusto.

    Me encantó!!
     
    #6
  7. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias, Ro, por viajar conmigo. Espero que algún día tome un pequeño retiro en las montañas, pero sólo un poco, que la alegría no se debe encerrar. Un abrazo, amiga.
     
    #7
  8. ALMA GRANDE

    ALMA GRANDE Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Viajar es grato e ilustrador, compartirlo magistralmente a través de tus letras,
    sencillamente hermoso. Estrellasy saludos estimado amigo. A.G.
     
    #8
  9. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias, señor Alma Grande, por su agradable paso por estas letras. Se le saluda, amigo.
     
    #9

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