Vivirte una vez

La botella de tequila luce vacía. El canto de los grillos se hizo silencio. Te viví una vez, como esos amores que versan en la canción “Qué Agonía” de Yuridia Gaxiola y Ángela Aguilar.

Ahora recuerdo cada poro de tu piel cuando mis caricias la inundaban de a poco. ¿Recuerdas el sudor? ¡Já! Se me olvidó que tomamos caminos distintos. Esas preguntas no tienen caso alguno. Los recuerdos son parte de la agonía diáfana que suelo ahogar en soledad y, si bien me va, con vodka, ron, whisky, tequila y mezcal. Por cierto, el mezcal está medio vacío-, perdón por la visión pesimista.

Te abrazo como eras aquellos días, esa mujer con cualidades y defectos, de risas inquietas y ardores colmados por mi pasión desmedida; entre lágrimas y lamentos, sueños, deseos, necesidades, pesares y convicciones. Iba a formular otra pregunta, pero me acordé de nuevo. La piel ardiente, ojos llenos de amor, labios sobrados de pasión. Muchas cosas, demasiadas sensaciones. Así es como te sorbo, lento, degustándote etérea, perfecta. Se acabó el mezcal, el ron y el whisky. Por suerte el vodka lo acabo de destapar. Se me olvidaba, en la cava hay un par de vinos: uno tinto y el otro blanco.

Tu recuerdo, como los buenos vinos, mientras más pasa el tiempo se vuelve intenso, delicado y voluptuoso. ¿Para qué te digo estas cosas si no las vas a leer? Sí, tengo alma de bohemio y escritor; cosa, el tener alma de escritor, te encantaba de sobra. Se hace de día y mejor descorcho el vino tinto. Por cierto, ya no dueles, ahora te vivo cada que puedo, como hoy que sorbo el tinto y te paladeo lento.