Welcome home (sanitarium)

El día viernes, desde mi social ahora, volví a palpar la edad del concreto, sucede que mientras cargaba el teléfono, recibí una llamada urgente, así que salí de prisa tomando la chaqueta del día anterior, jurando que en ella guardaba la tarjeta y algunos billetes, tomé mis llaves, mis audífonos, mi reproductor y salí.
Mientras sucedía la reciente noche, me reuní con mis “amigos”, terminamos de ajustar nuestro proyecto de dominación mundial (Estrategia de perfil psicográfico y análisis de target para una campaña política) y luego fuimos a comer a un KFC, al final pagué con un billete que tenía en el pantalón, del cual sólo me sobraron 2 miserables monedas, así que decidí invertirlos en una botella de agua mineral, de esas que dicen en la etiqueta “agua de manantial” y en la parte de atrás están los porcentajes de grasa. Caminamos todos riendo y conversando como suelen hacerlo los chicxs los viernes por la noche de todos los viernes por la noche, luego nos despedimos, la pareja se fue junta, el macho alfa llamó a alguna hembra alfa que se hace pasar como dócil pero que sólo se acuesta con machos alfas, y yo cansada le dije a las otras dos chicas (que me decían para ir a algún bar), que estaba muerta, que me dolía todo el cuerpo y que estaba cansada, así que ellas se fueron a algún bar, y yo, con toda la información que acabo de dar de mi salud, me dirigí a la parada de autobuses, mientras caminaba a tientas, introduje mi mano en la chaqueta, sólo para percatarme de que no tenía cartera, ni tarjeta, ni billetes, sólo algodón y algún tejido que hacen pasar como lana de alpaca. Este insatisfactorio descubrimiento me llevó a exclamar un efusivo
- Puta madre, que cojuda!
Estaba sola, a la 1 am en una avenida casi desierta, donde no habían autobuses hacía donde iba, los taxistas jamás me tomarían en serio (es una cuestión particular), y en ese preciso instante, sentí el aroma del frío combinarse con el de mi dolor de huesos, y una ligera pero potente voz susurrar en mis oídos un suave e irrisorio.
- “Bienvenida de vuelta”
Sentía como mi espalda se encorvaba y mis dedos se aferraban entre sí, de pronto los tragos de saliva, luego abrazarme a mi solita y la mirada del canario, entonces los pocos transeúntes empezaron a observarme y sus rostros a deformarse, luego una patrulla motorizada pasó mirándome fijamente, los taxistas se ofrecían a llevarme entre risas y besos guardados en su nave, yo caminaba sujetándome de mi cabello, tratando de no morderme la tráquea, y entonces pensé “Ya sé cómo hacer esto, ya estuve aquí antes, es sólo un viaje en el tiempo, ya estuve aquí antes… “
Cuando me di cuenta, había caminado cerca de 40 minutos, ya nadie me observaba porque no había nadie, un taxi se detuvo y se ofreció llevarme, lo miré fijamente y le sonreí, me acerqué y le conté lo que había sucedido, él rio como diciendo “ si claro, como no”, y luego dijo
- Descuida, sube.
Entonces le dije que le pagaría en casa, y que en garantía podía tomar mi reproductor mp4, él dijo que ya veríamos. Por un segundo miré fijamente su rostro, sabía lo que significaba esa frase, ya había estado ahí, la había oído tanto, y olfateado y saboreado tanto, en sus ojos se reflejaban, entre la oscuridad, un sinfín de balazos, almohadas de periódico, hambre, agujas, policías, limpiar cines porno y bares XXX, vergüenzas sin vergüenzas, suicidios y todo lo que viene después de la muerte. Abrí la puerta del auto y antes de subir, volví a meter la mano dentro de la chaqueta, y busqué con desesperación en una bolsa, luego la otra, luego la una nuevamente, y entonces entre mis dedos sentí un ligero papel escondido dentro del forro de la bolsa, el tipo decía algo, pero yo ya no escuchaba, trataba desesperadamente de saber dónde estaba ese papel, ¿qué era?, aunque las probabilidades decían que podría ser solo la etiqueta de la chaqueta, o algún ticket de supermercado, cerré la puerta del auto, y le mostré el dedo medio al taxista, y me alejé, este seguía vociferando cosas y llamándome, pero ya no era importante, mientras caminaba, me quité la chaqueta a prisa y sin dejar de palpar el papel ese, me senté al filo de la vereda, miré, busqué y al final encontré un pequeño agujero en una de las costuras, lo hice más grande, introduje mi mano, y saque un arrugado y maldito billete de a 20, durante un momento miré fijamente el piso, me coloqué la chaqueta y busque un taxi donde el conductor fuese algún anciano, encontré uno, y regresé a casa, al entrar cerré la puerta tras de mí, y resbale por ella hacía el piso, y sentada ahí lloré, y volví a llorar, pero sólo porque me di cuenta, de que mi ropa tiene agujeros.

 

Excelente narrativa. Un placer pasar a leerte. Saludos cordiales.

 

...si no fuera por la delgada línea que existe entre la realidad y la ficción, o entre un billete de 20 y dos monedas de a 2...
Atrapa el relato Valerie, muestra con crudeza la miseria humana. Aprovecharse de quien creemos débil es un signo de mezquindad que abruma.

Cariños

 

Ok.

 

Fue horrible esa noche, recordé todo, pensé tanto y tanto y tanto, pensé todo, cuando salimos de un feo lugar, y de pronto un día estamos a un centímetro de volver, la consciencia, el amor propio, el autorrespeto, la dignidad, la bondad, y todo eso, se manifiesta, por fin, de verdad, y adquiere sentido, lógica, pero sólo porque ya conocemos el otro lugar... Mientras no sea así, expresamos cosas como "'tas loca, yo no haría nunca, me respeto" ... Ja.

Kisos!