Y si yo fuera Dios...

Y si yo fuera Dios, no sería el de las catedrales ni el de los vitrales. Sería el Dios de las esquinas, de los charcos reflejando cielos rotos, de las miradas furtivas en los trenes que no saben si cruzarse o perderse. No tendría templo ni rituales de mármol, porque mi altar sería una banca en un parque, donde el viento susurra historias que nadie escucha.

Si yo fuera Dios, no crearía ni destruiría, solo sería el instante. El crujido de una hoja seca bajo un zapato distraído. El eco de una carcajada que se queda flotando en el aire mucho después de que la boca se cierra. Sería la pausa en el semáforo cuando nadie cruza, un dios detenido, inmóvil, mirando cómo el mundo se acelera y se olvida de mirar.

No tendría mandamientos, porque ¿qué es un mandamiento sino la ansiedad de un dios inseguro? Solo dejaría un susurro, un viento suave en la nuca que recordara que la vida no es un tránsito sino un habitar. Que el tiempo no es enemigo sino cómplice.

Si yo fuera Dios, tal vez no sabría todo. Ignoraría el final del cuento, dejaría que las estrellas decidieran el desenlace. Sería un dios curioso, perdido en los laberintos de sus propias criaturas. Preguntaría por qué lloran, por qué ríen con tanta urgencia, por qué aman como si el amor fuera un incendio que nunca alcanza a quemar del todo.

Y si yo fuera Dios, mis milagros serían pequeños. Una taza de café que nunca se enfría. Un libro encontrado en un banco, con una nota en la primera página que dice: "Esto es para ti." Sería el instante en que dos desconocidos se encuentran y sienten, sin entender por qué, que ya se conocían.

No tendría castigos, porque ¿quién puede castigar la marea por volver al mismo lugar? Solo susurraría en los oídos de los que se pierden: "No temas. El mapa está en tus manos, aunque aún no sepas cómo leerlo."

Y si yo fuera Dios, dejaría que los relojes se detuvieran a veces, que el ruido se hiciera silencio, que el tiempo se hiciera pliegue. Que los hombres y mujeres, por un segundo, recordaran que no caminan, flotan. Que no respiran, sueñan.

Porque si yo fuera Dios, no sería dueño, sino testigo. Un dios que escucha, que aprende, que se maravilla con la imperfección de todo lo que no planeó. Un dios que, quizá, no tenga respuesta. Pero que siempre tenga preguntas.

 

Un placer leerte
Me encantó!
un abrazo cálido

 

Gracias a ambos

 

Hacía tiempo que no te leía y cada escrito es simplemente maravilloso. Me encanta como envuelves en las letras. Felicitaciones

 

Gracias, por dónde andabas?

 

)) Estuve cambiándome de continente

 

A cual de ellos?