Ya no podrás amarme.

Al volver sé que no verás a la misma mujer que amaste, esa era roja y amarilla, volaba entre las nubes y hacía arremolinar las hojas impolutas. Cómo vas a amarme ahora que soy la sombra destilada? Mis ojos no brillan con las promesas del mañana como antes y al hablar: mi voz palidece entre los murmullos.

No puedes prometer que me amas sin importar los sacrificios porque nunca conociste mi principio y ni a mi misma quiero develar el final. No correré las cortinas laterales de la vida para seguir por el mismo camino como los burros, quiero ir a los lados y correr en ambas direcciones; ¡y SI! tal vez quiero perderme… Si yo pudiera volar, incluso volvería atrás y caminaría a tu lado para separar nuestras carreras y te diría adiós en los valles repletos de flores y te recordaría como a los campos llenos en primavera. Así, después de soltarte podría saltar de la cascada como hice, sin arrastrarte hasta acá; tu que necesitas la luz para tu sonrisa y que no sabes nadar… yo que bebo a borbotones de estas aguas negras y me revuelco con los tiburones del fondo del mar.​

-Ya no estoy muy segura de estar escribiendo para ti…-

Pido demasiado de tu vera, de tu mano. Quisiera tener el valor para devolver a tu alma toda la luz que me regalas pero solo soy una vasta tierra azul, la noche en que aúllan los lobos porque no hay estrellas, en mi estepa no hay suficiente para ti. Eres tan bendito que aún después de esto te quedarías a mi lado, pero no quiero verte marchitar. Voy a sacarte del cráter de mi vida hacia la superficie para que te alejes, ni siquiera quiero verte partir, vete en silencio.​

-Amor, te lo pido-.

​

No llores por mi ausencia de tus días más que lo que voy a estar ahogándome al extrañarte, iza tus barcas lejos de estas islas desiertas y ve a buscar un continente, una mujer fuerte que no sólo te quiera sino que tenga para darte las montañas y los ríos que mereces, que tenga selvas florecidas donde tu puedas sentirte amado. Saber que sos feliz lejos de mi noche eterna sería lo más cercano a tocar la luna, otrora mi palacio y mi guarida.​

- Ya, ¡ahora vete! que te amo.-