Yo escribo

Yo escribo como siento y como soy, sin ataduras, sin límites. Cada palabra que brota de mí es un reflejo puro de lo que llevo dentro, una extensión de mi ser, sin máscaras ni disfraces. No hay reglas en este juego, no hay normas que me dicten cómo expresar lo que me quema por dentro. Escribo con la espontaneidad de un río que corre, con la intensidad de una tormenta que estalla, con la libertad de un pájaro que surca el cielo sin rumbo fijo.

Mis pensamientos fluyen libremente, saltando de una idea a otra, sin preocuparse por la lógica o la coherencia. Porque así soy yo: un caos ordenado, una mezcla de sensaciones, un torbellino de emociones que se niega a ser contenido. No sigo un guion, no trazo un plan; dejo que las palabras se escriban a sí mismas, que me guíen por caminos insospechados, que me revelen verdades ocultas.

Escribo con la certeza de que mis palabras son mías, y solo mías. No busco aprobación ni comprensión, solo la liberación de lo que me habita. En cada línea, en cada frase, está mi esencia, desnuda y cruda, porque para mí, la escritura es un acto de autenticidad y rebelión. Escribo para entenderme, para exorcizar mis demonios, para celebrar mis alegrías y llorar mis tristezas. Escribo porque es la única forma en que sé vivir plenamente.

Cada palabra es una ventana a mi alma, una puerta abierta a mis pensamientos más profundos. No hay censura, no hay autocontrol. Escribo con pasión, con desenfreno, con la urgencia de quien sabe que la vida es corta y cada momento cuenta. Escribo como respiro, como sueño, como amo: sin restricciones, sin barreras, sin miedo. Porque en la escritura encuentro mi verdad, mi libertad, mi razón de ser.

Y así, cada texto que nace de mí es un reflejo de mi existencia, una confesión sin reservas, una declaración de principios. Escribo para vivir y vivo para escribir. No hay distinción entre ambos actos; son uno y el mismo. Mis palabras son mi voz, mi identidad, mi legado. No hay reglas, no hay fórmulas. Escribo como vivo, con pasión y desenfreno, porque esa es la única manera en que sé ser. Y en esa autenticidad, encuentro mi propósito, mi destino, mi verdad.