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Simetría

Publicado por Cris Cam en el blog El blog de Cris Cam. Vistas: 731

Simetría
No es la vida tan simétrica como pretendés tozudamente, infundir a ese diseño. Hace días que te veo, atiborrada de café y despeinada, tratando de encontrar un punto de escape de los vientos del este entre las torres. Para mí dos tontas torres enfrentadas como dos amantes embelesados, aunque hoy más bien, parecen suegra y nuera.

Mirá los puños de tu camisa, siempre impecables, manchados de negros y sepias. Es como si hubieras descubierto un mapa del Dorado. Sólo sueños y frustración.
No es demanda lo sabés. Aun cuado sepa que cuando logres entregarlas y tendré que salir por esa puerta.

No simetriza un tonto músico de bar, con la exitosa arquitecta que pudo quebrar la dicotomía espacio o naturaleza. Aunque quizá debas prestarme un poco de atención, si siguieras atentamente mis melodías, te darías cuenta que la belleza no es sólo simetría, ni duplicados, ni fotocopias. ¿Dónde está la simetría en Mozart o en el Río de la Plata? Uno tiene sus orillas, una con pibes, la otra con botijas, el otro lleno de arreglos y guirnaldas, donde a nadie le importaba.

La simetría sólo es íntima, interior, cercana, sensible. Cierto que no es lo mismo Mozart con un solo oído, como no es lo mismo ver caer la espuma de champú de sólo uno de tus pechos. Que no es lo mismo mirarte con un solo ojo que al amparo de la luna.

Hacele caso a tu mano izquierda, que siempre está quitándote los mechones rubios que ocultan el valle de tus dos simétricos ojos, ella no se angustia de no dibujar, ni trazar como su hermana, porque sabe que en la redención de sábanas, sabrá buscar éxtasis y clavarse en mi espalda, tan sabia y mágicamente como su simétrica.

O como esa taza de café abandonada que no le importa ser la única sobreviviente de tus codos torpes, ella disfruta darte calor. Como yo, que sé, que mañana tendré que salir por es puerta impar y poco simétrica, para no frenar tu vuelo.

Si al menos me hablaras, si al menos te distrajeras un minuto, reconocerías que el viento no se escapa por un punto de fuga, como si fuera un punto imaginario del infinito. Las cosas tienen su orden y su desorden, un punto de energía y menor esfuerzo, su Cosmos y su Caos. Sus sonidos y sus silencios, su hembra y su macho. Su vela y su timón.

Como mis barriletes infantiles, siempre enormes y vistosos que nunca volaban, porque no les dejaba lugar para la fragilidad, y un barrilete es eso, una fragilidad de ángeles que necesita, sin embargo, un punto de amarre.

No. En realidad, esas torres son como mis pesadas zapatillas diarias, que nunca me saco, que están siempre dispuestas a la carrera, o la abulia, la huída cobarde o la defensa heroica. Están siempre allí, abajo, en mis pies, hasta que, de tanto estar allí, me olvido de ellas y sólo cargan mis decepciones. Y suele ocurrir que cuando ando de ceremonia detrás de mi oboe, mi piano o mi violonchello, con cuellos duros y zapatos lustrados, me acuerdo de las dulces melodías de Vivaldi, los riffs de Blackmore y mis viejas zapatillas gastadas. Es allí, cuando descubro sus cordones desatados y su cuero desgajado.

¿Que tiene de simétrico el Aconcagua? Que es gloria y tumba de sus retadores. O los frisos del Partenón o las manos de Altamira. En realidad creo que es todo un arbitrio. Un absurdo protocolo. Como las vocales y las consonante, rojo y verde, pentagrama y clave de sol, los vinos blancos y el pescado, el saco y la corbata, fronteras y banderas, el afeitarse cada mañana. ¡Quién se libraría de ellos!

No. Vos no. ¡La simetría es belleza! Repetís. Y yo no lo creo.

A mí me parece tan dulce tu mejilla roja y marcada de almohada, como tu otro ojo que se fuerza por abrir. Me seduce menos tu trajecito de pana, que tus medias caídas de bostezo. No me dice nada tu rush caoba y me fascina tu lencería arrugada, de recién despierta.

Nuestras tazas de café con leche, son tan distintas y sin embargo, tienen la loza cuarteada de cientos de amaneceres. Ellas son el Caos como tus piernas son el Cosmos.

Ahora temo seguir mañana aquí.

Porque tu triunfo será mi adiós. Y mañana me gustaría pasar, en verdad, por las lajas octogonales de las torres gemelas en arco, que reverberan las aguas ocres de un Paraná cansado, y me sentaría justo entre medio de ellas, a la sombra del sauce que preservaste, y miraría hacia el nornordeste o al sudsudoeste y no sabría en los duros mediodías de enero hacia donde apunta la brújula, porque los pasillos trapeciales terminarán en simétricas orlas de mármol. Sin embargo, yo, y sólo yo, conoceré una trampa, como la palabra secreta que nos arroja a las camas gemelas. Sé que sólo en una de ellas, casi desapercibida, como si fuera una firma del Bosco, escribirás tu nombre, Analía Martínez, Arquitecta U.B.A. Entonces no serán simétricas, porque sé que tu mano izquierda no sabe dibujar o escribir en espejo, aunque sepa cosas mejores, y yo podré, a pesar de tu esfuerzo, distinguir la diestra de la siniestra.

En cambio si mañana sigo aquí. Será al lado de la que no pudo ser la gran o la primera mujer del diseño ecológico. Y no creo que por falta de méritos, sino porque te evaluarán hombres de saco y corbata, que sólo comen pescado con vino blanco, y se afeitan y se manicuran todas las mañanas. Y quizá ellos escondan tus torres, como las Nereidas de Lola Mora, o exhiban tu fracaso como la cabeza del Chacho Peñaloza.

¿Y que me va a quedar a mí, tu aprobador? Ver como nacen una a una las arrugas de tus párpados y crecen las venas de tus sienes. Y me repetirás, en cada orgasmo, no tu expiración de éxtasis, sino que buscarás por donde se escapa el viento, entre los cristales espejados de tus torres doradas.

Me voy a quedar aquí sentado. Como señal de protesta. No voy a hacer zapping para matar los minutos. Te voy a contemplar la cintura cansada de taburete, escuchar una y otra vez los sonidos de tu cuello contracturado, oler el histérico humo de tu cigarrillo mal fumado. No voy a gustar tus dedos sabor a Pizzini, ni tocar, aunque me muera, tus codos hartos del filo del tablero.

Te voy a proponer simplemente que te rías de mí. Juguemos por un rato a la simetría de los apareamientos, la asimetría de la soledad y la antisimetría de las traiciones. Digo que, en lugar de hacer torres simétricas, las hagas antisimétricas. Que si una tenga proa al viento, la otra sea de popa, que si una tenga cocheras al norte, la otra las tenga al sur, que si una recibe al sol, la otra lo despida. Entonces cuando el viento charrua venga, la izquierda lo corte, una parte siga hacia el Hernandarias y la otra, entre los pasillos compartidos, acaricie las hojas del sauce y luego, en una espiral voluptuosa, se junte por la derecha y empujen limo y naranjales.

Por fin veo elevar tus ojos de mar del gris metálico del papel de plano y esbozarme una sonrisa, algo ocurrió. No puedo saber que, si una luz de inspiración fluorescente o deseos de entregarme tus hombros y tus caderas. En algo te veo feliz, no sé si son ojos de As de Espada o si recordaste que te amo. Si vas a firmar al pie o me vas a arrojar la camisola a la cara. O quizá ambas cosas.

¡Caramba! Acabo de recordar que no compré esas copas que querías para brindar, en cuanto termines. Mi negación es más fuerte. Hoy quisiera tenerte. Porque mañana, amor, no estaré.
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