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Y AL FINAL TENÍAN RAZÓN (selección de mis poemas)

Publicado por Luis Libra en el blog El blog de Luis Libra. Vistas: 560

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Pues sí, lo reconozco,
resulta que tenían razón. Al final
tenían toda la razón. No lo niego.
Ni de lejos lo conseguí.

Ciertamente no me acerqué a escribir
un solo poema con la mitad de genialidad
de la Szymborska, Casas o Vilas.

Tampoco mi bella y trabajada locura
o mis más oscuros e inconfesables sueños
me inspiraron un solo best-seller
(como los del loco cabronazo de Stephen King)

o mi cinefilia -rubricada por miles
de horas de sofá y escandalosa factura eléctrica
me convirtió en director de Hollywood
y poder regalarles a ustedes un "El padrino IV"

Yo, que he sido polémico y contradictorio
como un león vegano,
que fui guerrero como un sioux
sacando el dedo al séptimo de caballería.
Sí, cierto, no llegué a colonizar Marte,
aunque tuve el gusto de conocer
algunas inteligencias superiores.

Yo, que mezclé y removí edenes e infiernos
entre rascacielos de quimeras y ultraerrores
entre filosofías exprés, lencerías apátridas,
sangres al bourbon y horizontes maleducados;
que adquirí un stock de jaulas y futuros
inconclusos con la artillería del desencanto...

Y es que ni mis trapicheos de juventud
y mi adicción por los dulces y falsos efluvios nocturnos
me permitieron ganar un euro
en algún rentable negocio duty free,

ni mi incursión en la reforma de pisos
junto a mi relación alcohólica
con el director de una sucursal del Banesto
acercó un ápice los ceros de mi cuenta bancaria
a los de Florentino Pérez.

No, amigos míos, mi medio tupé y sugerente mirada
tampoco me proporcionaron la décima parte
de atractivas amantes que George Clooney.
No ablandé el corazón de la chica más sexi
y maravillosamente asocial del instituto.

Jamás solucioné una miga el hambre mundial
ni inventé una mierda de crema exfoliante.
Ni mi buen fondo me hizo santo,
ni mis pecados me hicieron digno del diablo,
ni mis patadas voladoras Bruce Lee.

Y no, evidentemente nunca gané un balón de oro
ni mi talento artístico creó algo parecido
al "Imagine" de Lennon o al "El Guernica" de Picasso,
ni, por supuesto, mi labia me llevó a la Casa Blanca,
ni siquiera a alguna mísera concejalía
de mi muy modesto pueblo.

(_ Dios de los agnósticos y los soñadores devotos:
¡en qué barra de bar me abandonaste definitivamente!)

La pura verdad es que me tuve que conformar
con algún triste premio en un par de foros de poesía,
con algún polvo de miedo sobre la moqueta del piso
mientras Vito Corleone ordenaba asesinar al traidor de turno,
con comandar una banda de divertidos descerebrados

o con un ciego alucinante gracias a una pastilla rosa
regalada por una camello de un inolvidable verde de ojos
-casi de otro planeta- a juego con sus rastas
junto a la plaza de toros de Pamplona.

Pero sobre todo,

sobre todo, recibí el amor
de unas pocas y deslumbrantes personas,
como el sol de un amanecer de postal
en una playa virgen de Costa Rica.

Y hasta algún ronroneo o lametón oportunos
-cual aliento divino-
cuando el mundo entero hacía aguas,
y mi viejo y fiel espejo mágico
me explotaba en las narices,
sin previo aviso, en más de mil,
o quizás y no exagero, en un millón de jodidos pedazos.

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A Javier Alánzuri, La Sexorcisto y Grâce les gusta esto.
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