Con la ilusión de publicar un segundo libro con nuestras obras, cuando ya estaba casi terminado, mi amiga y escritora Silvia Crespo y yo, imaginábamos el título del mismo, es decir, el nombre de nuestro nuevo vástago. Un día, sin saber cómo ni por qué, llegó a mis manos una breve reflexión de Eduardo Galeano, escritor uruguayo. Lo adjunté "por las dudas" a lo que ya teníamos y, al repasar el material, de pronto dijimos: "¡Pero qué bueno está esto!" "De aquí podría surgir el título del libro". El texto de Galeano (el Edu) como empezamos a nombrarlo entre nosotras, era el siguiente: "Quien escribe, teje. Texto proviene del latín textum, que significa tejido. Con hilos de palabras vamos diciendo. Con hilos de tiempo vamos viviendo. Los textos son como nosotros: tejidos que andan." Y después de pensar, cotejar, comparar ideas y opiniones, decidimos que al libro lo titularíamos "Tejidos", con un subtítulo: "Quien escribe, teje". En la contratapa colocamos el texto completo del escritor, con su nombre, por supuesto. Lo publicamos en diciembre de 2024, en formato digital, a diferencia de "Vuelos" en 2019, publicado en papel. Inolvidable experiencia... que quise compartir aquí.
Se deshila el cielo en la lacia mansedumbre de los sauces. La siesta acalla los trinos de las aves agobiadas de estío. Estertores y calor; flama y sed. Bochorno que trastorna los sentidos. Cielo - páramo, sin una nube. Cielo - bóveda azul, sin esperanzas. Cielo - cántaro vacío.
Llora el mar; se lastima en las rocas enmohecidas. En el oscuro cielo, revolotean sin rumbo las gaviotas extraviadas. Parten, hacia algún horizonte, las esperanzas. Las persigue una pena de marchitas alas. Vuela la arena fina de los suspiros; se mezcla con lo amargo de las lágrimas. Se duerme la noche sobre los escombros de la nostalgia. Trasnochadas estrellas le donan destellos que no bastan. Llora el mar... con sus ojos de sal. Añora su playa blanca.
Acunado en tus ojos se mece el misterio indescifrable de tus pensamientos. Al abrigo de tu mirada discurre una magia de luna adormecida, de sutil parálisis del aliento, de beso en suspenso de beso fugaz de beso... de apaciguado viento. Y ocurre el hechizo, el embeleso... ¡y los desvelos!
¿De dónde afloran las metáforas? ¿De qué vertiente de agua clara? ¿De qué íntimo latido del corazón del poeta? ¿Tal vez de algún repentino aleteo de su alma? ¿De cuál de sus más profundos sentimientos? ¿De qué recóndita emoción? ¿De qué átomo, de qué mágico gen? ¿O son olas misteriosas arrojadas por el mar a una playa de papel? ¿Alguien lo sabe? ¿Tal vez usted?
Se desvanecieron mis palabras. Ya no las tengo. Se extraviaron en el piélago del sin sentido. Se borraron de cansancio de la soleada pizarra con sus arabescos de pláticas interminables, ésas con olor a mar calmo y sabor a instante dulzón y eterno. Por alguna razón que no entiendo, se perdieron en una telaraña de confusiones, devoradas por tus silencios junto a las risas, las miradas, los soles, las tardes de infinitas canciones. ¡Ah! Si hoy me dijeras "Hablemos", no sabría cómo hacerlo. Mis palabras se ausentaron; ya no las tengo.
¿Qué importa si sobre mis hombros ya no llevo la cabeza? ¿Qué importa si va pendiendo en alocada bandolera? ¿Si no le queda cordura, tan sólo unas pocas ideas? Un magro manojo de sueños revoloteando en el alma como desorientadas aves arrastradas por inesperada brisa.
...me permito transcribir algunas consideraciones acerca de la Poesía, tomadas de una de las Conferencias de Jorge Luis Borges, en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. 1977. "No somos lo que escribimos; somos lo que los lectores sienten al leernos. Bradley dijo que uno de los efectos de la poesía debe ser darnos la impresión, no de descubrir algo nuevo, sino de recordar algo olvidado. Y Platón decía de la poesía: "Esa cosa liviana, alada y sagrada". Pero eso también podría ser la música; salvo que la poesía es una forma de música. La poesía se puede sentir o no; sentimos la belleza o no la sentimos. O quizás hoy no la sentimos y mañana sí. Como afirmó Angelus Silesius, la rosa, sin un porqué, florece porque florece. La poesía es una experiencia estética; es un hecho estético que no requiere ser definido. Como el sabor de la fruta, por ejemplo".
Fogonazo de repentino relámpago. Lluvia de ideas; regueros de savia prolífica. Se abren surcos en praderas de sensaciones; inquietud, urgencia, rebeldía... Las imágenes que rebosan mi espíritu ansían prometedora libertad. Brotan las palabras; se agolpan, se encadenan en versos, emergen en manantiales de utopías. Se abre el cofre, aparece el milagro, desborda la pasión. Escribo... con una premura que me rebalsa; me sumerjo en espirales de impulsos; trasciendo el límite de mis manos. Escribo... y escribir me devela, me libera; se inunda mi ser de un gozo extraño. Escribo... y germina un poema. Y es diamante que brilla, resguardado en el receptáculo de mi pendrive.
Llegué a este mundo un soleado mediodía de julio. Ésa fue la clave para el despegue, para el vuelo. Lo demás, vino por añadidura. Todo el tiempo sólo se trató de conjugar, haciendo lo que pude con lo que tuve, una buena porción de algunos verbos vitales, pero teñidos de connotaciones particulares según los distintos desafíos de mi propio camino: crecer, descubrir, soñar, enseñar (¡mi gran pasión de tantos años!), vivir, sentir, sufrir, ser, entender, luchar, amar, trascender... en dos nuevas y maravillosas existencias: mis hijos. Y canalizar esa inquietud tan misteriosa y bella que apareció en mi infancia, sin saber cómo ni por qué, y que me ha permitido, desde entonces, sorprenderme y regocijarme con las palabras que, amalgamadas en repentinas ideas, se apoderan de mi alma para plasmarse después, con inocente felicidad, en una hoja de papel... Sí, ya me he dado cuenta; olvidé en el listado el verbo "escribir". Texto que pertenece al encabezado de mis obras en el libro "Vuelos", publicado en mayo de 2019, junto a otras dos autoras.