Jose Anibal Ortiz Lozada 22 de Junio de 2025
El amor se siente, no se elige.
Y eso es, quizá, lo más cruel.
No tiene lógica, ni brújula, ni obediencia.
Llega como la lluvia que no preguntó si traías paraguas,
como un incendio que no pidió permiso para arderte los huesos.

Yo no la elegí a ella, como tampoco te elegí a ti.
Pero tú estás. Ella, no.
Y sin embargo, es su ausencia la que ocupa más espacio en esta cama.

¿Quién puede juzgar al corazón por tener memoria?
Si el cuerpo busca calor,
el alma busca sombra donde aún duerme el recuerdo.

A ti te abrazo con los brazos.
A ella, con la herida.
Y es injusto, lo sé.
Pero el amor no firmó contrato con la razón,
ni pactó fidelidad con la voluntad.
Solo sucede.
Como el viento. Como la marea. Como la nostalgia.

Y aquí estoy, entre la ternura que me das
y el vértigo que me falta.
Contigo, pero dividido.
Amando sin poder elegir,
amando con el castigo de sentir
lo que no debería sentir.

Porque el amor, amor mío,
no se elige.
Y a veces, tampoco se puede tener.