En tus rodillas se crían águilas de espanto

Dentro del diamante tu hogar.

En un espejo y en otro y en otro
la virtud del cuerpo que halla o no halla su eclipse.

Busco un ojal invadido de almendras,
elijo el pretérito en tu labio blanco
y verde.

Me llevas al crepúsculo, a mil batallas,
a esa noche que es filamento de perdón.

Tu rostro navegó desoladas islas
y en tus velas blancas la herida perfuma
la ojera de un mar de plástico.

¿Qué seda es la tuya que no acierta en su mástil?

Calle arriba o calle abajo tu cintura ya no gime,
recuerdo tu nombre como una espiga vertical
y la humedad del eco en mi costilla
cuando el rocío me hiere.

Yo quise decir “corazón de pájaro” para que vieras mi prontitud
o mi reflejo.

A ti te gusta lo que no puedes ser,
la sangre en el perfume,
el cartílago que ama las vocales,
el paraíso donde los muslos son un refugio
o una quimera.

 

Bellísimo poema, amigo. La emoción y las imágenes se amalgaman para construir cada verso. Que estés bien. Un abrazo.

 

Aquí la nostalgia está representada de manera impecable. Como si la melancolía fuera suavizada por ese mar de imágenes conmovedoras.
Me agradó leerte esta tarde.
Otro abrazo con admiración.

 

Gracias, amigo, por tu visita y palabras. Un fuerte abrazo.

 

Gracias, María, por tu visita y palabras. Un abrazo.

 

Gracias, estimada Cecy, por tu lectura y por el comentario que dejas. Un abrazo para ti.

 

Desgarrar escenarios imposibles es tu especialidad. Un abrazo, penabad.

 

Gracias por tu visita y palabras. Un abrazo.

 

Hermosa esa nostalgia con la que impregnas tus letras, momentos de
introspección que dejan la marca de la soledad en el alma. Gracias por
compartirnos tan hermosa y melancólica inspiración. Besitos cariñosos
apretados en tus mejillas.

 

Gracias, Anamer. Un beso.