Garabato

Con un trozo de carbón de mi mano incinerada
dibujé sobre mi pecho una mano,
el contorno de una mano en la escena de un crimen
abominable, como matar, como vivir, como querer.

La mano de tiza no se estaba quieta,
intentaba dibujarme como si acariciara el filo de un cadáver
en el suelo baldío, descorazonado,
como si al intentar trazar la rayuela,
la rayuela emprendiera el vuelo
incapaz de distinguir entre ojos y horizonte,
entre la mirada oscura y el tizne que se lleva el aire
para ensanchar la noche hasta donde ya no hay sueño.

El dibujo de una mano que dibuja
no pueda agarrar nada, sujetarse a nada de lo que dibuje.
No sé si soy una ciudad sepultada bajo un mapa,
el sitio donde ocurro y al que cada vez regreso menos.
Puedes mirar mis riñones como si corrieran a abrazarte
o abrir mi hígado y tomar una lata de cerveza,
pero no intentes colocar el nido caído en la copa del árbol
si tampoco sabes dibujar el canto de un pájaro o tu alma.

Este garabato mal borrado no es mi boca,
sino la mano de ceniza que la está callando.
No importa. Soy el silencio que se calla en cualquier lengua;
seguiré siendo el silencio que te hace bailar.

27 de junio de 2022​

 

También yo siento culpa de que me guste tanto tanto leerte pero, amo, #MiPincheLírico, aún cuando te hallo por aquí y mi cora de mariposas se achicharre un poquito.
Besos y abrazos sin chanclazos (sólo por hoy).
Te quiero.

 

Una mano realmente inquieta. Buen poema, Pedro. Un abrazo.

 

un silencio que articula su vastedad

Siempre es un placer leerte.
saludos.

 

Maravillosa y melancólica mano que transmite emociones y silencios. Un placer volver a leer sus creaciones Pedro.