Una pequeña hija salvaje.

La rebeldía de una hija.
La rebeldía de una hija que lo discute todo.
Ni primogénita ni secundaria.
"La tercera es la vencida", dicen por ahí.

La número tres que creció siendo la última en su propio mundo.
La hija cuyos secretos se esconden detrás de un silencio.
La furia constante de decirle al mundo lo contrario.
Soy la hija de unas entrañas adoloridas,
que me vieron nacer con lágrimas en los ojos,
y un par de pupilas que solo desean mirar la luna.

Una niña hecha mujer que se pregunta tantas dudas,
pero se reta así misma a escribirlas en una oración como ésta.
O inclusive a cantarlas en la melodía de una canción escondida,
en la repisa ubicada detrás de la cama.
Propietaria de un corazón repleto de tanto,
que suele callar a diario para no ensordecer al mundo que lo rodea.

Soy la hija de una madre que silencio tantas palabras,
que dentro de su panza retumbaron tan fuertes,
latentes y punzantes,
que se me tatuaron en el pecho,
y ahora mismo las expulso en un frenesí de poesías constantes.

 

El silencio de los inocentes siempre tienen un sonido perturbante y sombrío...

Excelente expresión de la supervivencia de la discriminación de una vida tenue..

 

Me ha gustado mucho tu poema en primera persona, ¿eres así o es sólo una imaginación?

El refrán dice: “a la tercera va la vencida”.

Pues si, de veras, te gusta mirar a La Luna me caes bien.

¡Arriba la poesía y los buenos poemas como este!

Abrazos mil, Nat.