La corrida

CORRIDA

La tarde estaba mimosa
sin soplo de leve brisa,
el sol aplasta la prisa,
riegan la pista arenosa.

Desbordante está la plaza,
un lleno hasta la bandera,
ansiosa la gente espera
que el clarín juegue su baza.

Ya se forman tras la puerta
ordenadas las cuadrillas,
nerviosos cual maletillas
esperando verla abierta.

Ya suena el clarín y empieza
deslumbrante el paseillo,
despacioso, todo brillo,
mucho garbo y entereza.

¡Que elegancia! Me deslumbra
el reflejo en los dorados
trajes de luces variados
que el sol inclemente alumbra.

Para mi es lo mas hermoso
el principio de la fiesta
en que el ánimo se apresta
al disfrute mas gozoso.
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El clarín crea silencio,
el tiempo queda clavado
con murmullo emocionado,
con expectante vibrar.

El coso ya se retuerce
concentrando la atención
en el oscuro portón
que esconde su oscuridad.

El que explosivo se abre
dejando libre el camino
al toro que su destino
allí fuera ha de encontrar.

Tembloroso ya se asoma
furioso y algo asustado,
encegado, deslumbrado,
haciendo el suelo temblar.

Un morlaco coleante
que arremete enloquecido,
por el ruedo ensordecido
sin saber que cornear.

Allí el torero bragado
con su capa templa al bicho
sometiendo a su capricho
esa masa muscular.

Examinada la fiera,
el son del fino clarín
anuncia que ya es el fin,
presto el picador está.

Con engaño al toro llevan
los peones faroleros,
con quites de los toreros
atrayendo al animal.

La pica bien afianzada,
cita el picador con brío
al toro que si es bravío
se lanza sin mas tardar.

Ataca clavando el cuerno
en el cuerpo almohadillado
del caballo que vendado
intenta firme aguantar.

La pica en el lomo entra,
quemazón ensangrentada,
con furiosa redoblada
hace al toro cabecear.

Y así, tras los necesarios
puyazos, pide el torero
el cambio para el tercero,
vuelve el clarín a sonar.

En los medios cita al toro,
gritando, el banderillero,
chulo el cuerpo, postinero,
los palos ya va a clavar.

Tres pares de banderillas
bien plantadas, coloridas,
en sus costas malheridas
hacen al toro bramar.

Ya prepara el fino estoque
el espada y la muleta
para una faena repleta
de pases al natural,

alguna manoletilla,
pases de pecho y un quiebro,
acariciante requiebro
obliga al toro a igualar.

Plantado tenso ante el morro
la espada bien apuntada,
concentrada la mirada,
un volapié y a matar.

Entre música y aplausos
que atruenan hasta los cielos
ondeantes los pañuelos
piden de orejas un par.

Con los trofeos en mano
ebrio el torero saluda
y su cuadrilla le ayuda
en su paseo triunfal.

Tarde de toros caliente
sin soplo de suave brisa
el sol declina e irisa
superficies de cristal.



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Celebro que así lo hayas observado, pues a pesar de que no soy taurófilo no se puede nagar que la fiesta existe y hay quienes disfrutan con una buena corrida...:::banana:::

​

 

Perfectamente lidiado el tema de la corrida, te agradezco el instantáneo romance que me has dejado.

​

 

Y dando la vuelta al ruedo saludo al respetable...:::banana:::

​

 

Wow!! Me dejas asombrado con tantos gritos, ni que estuvieras en la plaza, ahí te paso la bota para ese gaznate seco...:::banana:::

​

 

Me encanta saber que he pintado tan vívido cuadro...:::banana:::

​

 

Vuelta al ruedo da el torero,
los trofeos en la mano
recibiendo, soberano,
el aplauso bullanguero.

El público en pie le aclama,
su montera el matador
lanza en mensaje de amor
a la más hermosa dama.



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Celebro, Angel negro, que te haya complacido mi poema y hayas disfrutado con la corrida, pues, respondiendo a tu pregunta te siré que sólo hay una respuesta: A mi querida esposa se la brindé con gran cariño...:::banana:::