El poeta

El poeta es un enfermo de
sí mismo, un enfermo de
poesía; ha leído y escrito tanta
poesía que ya hasta caga poesía,
pero se encuentra tan imbuido
de su propio ser poético que
no se da cuenta que al fin
y al cabo lo que está allí
ante sus obnubilados ojos no
es más que un simple pedazo de
excremento, los fragmentos que su
organismo ya no pudo retener
por más tiempo dentro de sí, la
escoria; tan imbuido que,
a pesar de la evidencia de la
peste, de todos modos sigue
esperando llegar a cagar algo
grande, algo maravilloso y
brillante que haga que todo el
mundo hable entusiasmado y
asombrado de la última gran
cagada del poeta, el magnífico
trozo de mierda que con gran
ímpetu ha conseguido arrojar
fuera de sus intestinos, oh,
buscando encontrar entre los
humeantes rastros color ocre
de su creación el rostro de ese
oculto dios tan rara vez entrevisto,
el dios de la belleza, ese dios que
forma los poemas de la Nada,
y de una manera tan fácil, que
a veces uno creería que
simplemente los caga, y que
por consiguiente bastaría con
inspirarse en su ejemplo para
hacer florecer en nuestro retrete
particular esas brillantes flores
negras que va dejando caer por
donde pasa, flores negras que el
poeta venera, flores negras de las
que se traga todas las que puede,
insaciable, convencido de estar
alimentándose con la sustancia
sagrada que formará las venideras
flores que él mismo creará, ajeno
por completo al hecho de que sus
intestinos son los de un simple mortal,
intestinos mediocres, intestinos
hechos para crear mierda, no
poesía, ni belleza, ni luz, ni
canciones azules al atardecer;

poeta, arroja tu poesía al lugar
que le corresponde, y baja la
palanca; deja de amontonar tu
obra alrededor tuyo, no es lo que
crees, no son las paredes de cristal
de un ingente palacio donde tu
grandeza perdurará por siempre

lo que en realidad estás formando
es el enorme montón de mierda
debajo del cual a fin de cuentas
terminarás aplastado y muerto
por asfixia


aunque
¿importará eso realmente?:

y es que, como cualquier poeta sabe,
como incluso yo sé,
morir siempre será
de todas todas
la mejor poesía

 

y seguramente sera la que resuelve todas las anteriores, lastima que la leera solamente el autor. muy buena.