Invitación al viaje

Cuando estoy de buenas, tal vez
después de haber escrito un poema
no muy pendejo, o después de haberme
masturbado a fondo, por un momento
estaría dispuesto a pensar, que la
poesía es como una pequeña, miserable
balsa, donde un hombre puede,
a veces, atreverse a creer que existe
la posibilidad de lograr llegar a cruzar el
inmenso oceáno de la estupidez humana;
un viaje probablemente interminable,
sin intermitencias, sin ociosas mañanas
de domingo, donde siempre es mediodía,
y lo que brilla en lo alto del cielo,
implacable, con saña, es el sol de la
estupidez humana; y siempre sopla el
viento contra uno, ese viento voraz,
descarnado, de la estupidez humana; que
al soplar encrespa la superficie del agua,
bajo la cual rondan, hambrientos, febriles,
los despiadados monstruos de la estupidez
humana: ¿a quién que no sea un verdadero
pendejo se le ocurriría emprender
un viaje bajo tales condiciones?

 

Finalmente has demostrado lo que me temía, para avanzar no queda más remedio que convertirse en un pendejo.
Qué vendrá después?

mamCArdenal