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Sin padres hasta las seis

Tema en 'Prosa: Amor' comenzado por ClauHecate, 4 de Octubre de 2009. Respuestas: 2 | Visitas: 688

  1. ClauHecate

    ClauHecate Poeta recién llegado

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    Agosto del 98. El presente se me antojaba lejano e intangible. Después de clase, la sopa en el negocio de mala muerte de la vieja Carmen, en aquella esquina donde siempre revoloteaban los días muertos y perdidos. Justo a esa hora, él y yo veíamos pasar a doña Inírida, la que siempre está de negro, nos decía adiós y entraba en la tienda de al frente aprovechando que la cachaca estaba llevándole el almuerzo a su mamá para tratar de quitarle el marido. De pronto las uñas mugrosas del tendero le resultaban atractivas. O de pronto era su bigote sopero, o la ranura de sus nalgas que se asomaba cada que el señor se agachaba a recoger algo que estuviera en el suelo. Él y yo éramos espectadores de aquella rutina interminable.
    Olíamos la sopa y con cara de desesperación esperábamos que enfriara, yo y tal vez él, hartos de comer el mismo menú todos los días en el mismo lugar. Entonces se nos acercaba el fantasma de ayer, y los dos lo mirábamos igual de ansiosos, preguntándole cuando llegaría el 2010, cuando fuésemos grandes y vistiésemos como ejecutivos, estaríamos casados y con una niña cuyo nombre muy probablemente sería Elisabeth (si mi mamá no nos convencía de llamarle Bertha como su abuela), de repente el fantasma de ayer se esfumaba sin respondernos nada, muchos otros días muertos nos rodeaban pero todos eran iguales, todos se quejaban de las mismas cosas, entonces por fin metíamos la cuchara en la sopa y la comíamos con rapidez para podernos ir a caminar por las calles de la ciudad. A nuestro lado se sentaba entonces doña Carmen, ¡hay! Maldita vieja siempre me resultó tan aburridora, tal vez nos creía pendejos, decía él siempre, porque nos trataba de hacer creer historias inverosímiles sobre sus travesías por tierras de las que ni el nombre sabía bien, él y yo nos mirábamos con ganas de decirle que no le creíamos, que no hiciera el esfuerzo pero nos tocaba la piedad y no me quedaba otra alternativa que bostezar con la cabeza metida en la mochila mientras fingía buscar una galleta. Y a veces hasta el cuento me creía y pensaba que la encontraría, despertaba cuando por fin sentía a doña Carmen irse a atender algún cliente y nos íbamos corriendo antes de que volviera…
    Debíamos llegar a casa a las 6 de la tarde. A esa hora llegaban nuestros padres de sus trabajos. Mientras tanto caminábamos hacia la playa o a las murallas, a hacer travesuras por aquellas tierras tan nuestras, nuestros uniformes eran testigos de nuestra carencia de padres, de nuestros juegos poco recomendables, el mundo ante nuestros ojos adolescentes no podía ser nada mejor que eso, escuchar al mendigo predecir una lluvia torrencial en un día soleado, ver la lluvia caer mientras nos refugiábamos bajo algún techito y nos quejábamos de no haberle creído a aquel mendigo, timbrar las puertas de las casas y salir corriendo, andar de la mano de él sin soltarla hasta las 6, sentir la brisa levantar la falda de mi uniforme e ignorarlo mientras la calle entera conoce el color de mis pantaletas, ser libre y algo mejor que eso antes de las 6 de la tarde.
    Y se hacían las 5 y 30. Tomábamos el bus con la esperanza de que fuera lo suficientemente rápido para llegar a tiempo. Un viaje largo, interminable como todo viaje para alguien que necesita que sea lo contrario. Asomaba la cabeza por la ventana, el me la halaba y me pedía un beso, y mientras nos besábamos pasaba toda la ciudad a nuestro lado, o pasábamos nosotros al lado de ella. En el mercado, el mal olor interrumpía nuestro beso y entonces, metía mi cabeza en la mochila, en ese momento volvía creer que encontraría una galleta, él se reía de mí al recordar mi rutinaria ilusión y sin darnos cuenta llegaba yo a mi barrio. Siempre fue dura la despedida en el bus. Me bajaba y corría y como siempre, eran las 6 y 10 y mi madre aun no llegaba y estaba a salvo.
    Así pasaron los días. El fantasma de ayer nos adelantó el 2010. Un mediodía me desmayé al oler la sopa en el negocio de la vieja Carmen. Los días muertos revoloteaban más inquietos que nunca. Doña Inírida se detuvo en nuestro frente antes de llegar a su destino, miró con indignación y siguió su camino peleando como consigo misma, alegando algo que no logramos escuchar. Yo no era experta pero pude suponerlo, una prueba positiva esa tarde me retaba a enfrentarme a mi madre. Ya no habría más sopa, ni más los cuentos malos de la vieja Carmen, ni el chisme de doña Inírida la viuda que aspiraba a conquistar al cachaco de la tienda, ni más paseos por las murallas, ni más mendigos. Los días muertos al fin se irían. El fantasma de ayer revolotearía nuestras mentes, azotándonos con la añoranza y la nostalgia de los días perdidos. Yo no tenía la culpa de no tener padres hasta las 6. De que mi madre se hubiese peleado con los vecinos y nadie pudiera avisarle que yo llegaba tarde del colegio. O de que mi papá llegará a las 9 de la noche y nunca se sentase a preguntarme qué tal me iba en el colegio. Yo no era culpable de no haber recibido de ellos jamás un consejo.
    Llegué a mi casa al lado de él esa tarde. Mi madre ya había llegado antes. Me miró asombrada. Yo estaba bañada en lágrimas y él me abrazaba fuertemente. Mi mamá predijo lo que íbamos a decir, al parecer el fantasma de ayer la había visitado para contarle. En 1999 nacería Elisabeth, once años antes de lo previsto, hija de una madre de 15 años y un padre de 16.
    El tiempo se fue muy rápido. Terminé decimo ese año y ya en once no pude volver a la escuela. Me mudé a casa de él y sus padres me aceptaron no muy complacidos. Ahora ya no tomaba la sopa donde Carmen, yo la preparaba y el llegaba puntual a la casa. Estaríamos sin padres hasta las 6 pero ya nos daba igual. Ahora tendríamos permiso de todo y no nos provocaba nada. En un instante se había ido toda mi ilusión y alegría, y un día nueve meses después de todo aquel suceso, me vi pariendo en un hospital atestado de mujeres embarazadas, gritando y llorando mientras Elisabeth se terminaba de estrenar mi vagina. Yo tenía afán por el 2010, pero tampoco tanto.
     
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  2. ROSA

    ROSA Invitado

  3. ClauHecate

    ClauHecate Poeta recién llegado

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    Claro, con mucho gusto, si le dice que es mío no hay problema :)
    Muchas gracias.
     
    #3

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