Culpable de mi aliento

No me acusaron en primera instancia
sino en el último recurso,
el que interpuse yo contra mi aliento.

Quería ser culpable del delito,
del delito de un cedro enemistado
con el resto de árboles,
con la orgía de oxígeno
en aquel mirador a la inocencia.

Pero no, soy cobarde
y alejé de mis tímpanos silvestres
la posibilidad de que imprimiera
la lluvia su elegía de latidos,
el sol su fuerza de timón, la sal
que se marchó detrás de la marea
evaporada por la sed del día,
por la palabra que perdió su eco
mientras buscaba en la pared ajena
de la Alhambra la voz de sus poemas.

Y recurrí mi salvación salada
porque sabía que en algunas gotas
viaja su sabor
hecho melancolía
o la sentencia vegetal en fuga
a pesar de la brújula perenne
que, en teoría, paraliza el paso
severo de las estaciones fúnebres.

 

Por más que se corra y se trate de huir, de algún modo, todo nos alcanza.

 

woaaaooo ¡que magnífico poema!, ¡qué metaforas tan bellas!, felicito tu pluma desde Argentina: SUSANA RODRIGUES TUEGOLS