Tercetos encadenados

Escribo en bastardilla esta canción
que, si gusta y la letra se valora,
alejará mis versos del renglón.

 

Termino por ahora
y doy por concluida la teoría,
la práctica la haremos sin demora.​

 

Huye la teoría
de mi testa, estimada profesora.
¡Qué sesuda ecuación de porquería!​

 

Ha llegado la hora,
partiré de este mundo sin angustias,
puesto que nunca fui una pecadora.​

 

Solo quedan abyectas flores mustias
de este amor imposible de llevar.
Soy una andante colección de angustias.​

 

No sé que has de pensar,
tal vez que soy la loca del amor,
que mi verso ya está por caducar.

Lo que caduca, amor
es mi vida que va cerrando fases.
Quedarme sin pasión me da estupor.​

 

En mi vida, he juntado los rastrojos
de los surcos resecos del rencor,
el que ahora me brindan bellos ojos.​

 

Mira a tu alrededor,
contempla la belleza de las cosas
alejando de ti cualquier temor.​

 

Saboreo dulzura
cuando leo tus versos, los de amor.
Me llenan de alegría con premura.​

 

… y se escucha un clarín,
las dianas de la vida al levantarse.
A esa edad, de energía nunca hay fin.​

 

Me dejé, grave error, el neceser
en tu casa, de amores nuestro nido;
no se si entenderá mi proceder.

 

El grave error consiste en que ese nido
lo encontró tu mujer.
Una pena, pues era un buen partido.​

 

Me tocó ser mujer
y serlo tiene encanto, pero es duro,
humano de segunda siempre ser.​

 

Resultó ser un fiasco
la reciente elección de Presidente.
Sus medidas empiezan a dar asco.​

 

Casi me quedo muda
de espanto, cuando vino a nuestra casa
la Parca, con su cara tan huesuda.​

 

... y dije: "¡Pasa, pasa!,
¡qué delgada, hecha estás un esperpento!"
Se sonrió, sacudiendo su carcasa.​

 

Me dejas sin aliento;
te esperaba la próxima semana.
No voy a darte mi consentimiento.
​

 

… y así partió, bestial, infastua y vana,
mandobles de guadaña en arabescos
lanzaba al aire con su risa insana.​