Liras ligadas logran labrar los lúcidos locos

El viento lentamente
devora los vestigios otoñales.
Hace esfuerzos la mente
para evitar los males
del invierno en mis páramos australes.​

 

No dejes que los males
ensucien creaciones de tu mente,
porque esos son fatales,
su función inclemente:
romperte la ilusión completamente.​

 

Hoy me vino a la mente
el pasado contigo en otros mares.
¡Por qué trajo, insistente,
hora y sal de lugares
olvidados para estos avatares!​

 

Me gustan tus cantares
esos que son muy alegres y rumbosos
alivian mis pesares
me causan siempre gozos
y mis días se vuelven luminosos.​

 

Cantares jubilosos
transportan el espíritu caído
a tiempos venturosos;
¿quién piensa que se han ido?,
si el corazón aún no se ha rendido...

 

Bien puede tu presencia,
recordar esas lúdicas etapas,
y respirar su esencia,
si obstinado destapas,
las flores que dormitan tras las napas.

 

Si charlamos de mapas,
con tu piel me gradué en cartografía.
Y ahora te lo tapas,
¡dulce tortura mía
que a Américo Vespucio mataría!​

 

Pues no me encontraría...
entre el hielo, ballenas y un pingüino.
Difícil geografía...,
mas le sonrió el destino
tan solo a Magallanes con buen vino.

 

Sorprende tu amoroso
batallar, que sin duda, ni extravío,
emprendes sigiloso
cual firme desafío
de imponer al destino tu albedrío.​

 

Es mi cielo de acero
y el lago que refleja la montaña,
terruño verdadero
con la nieve que apaña
y adorna cada invierno mi cabaña.

 

Es fraseo y con maña
lo intrínseco de un tango que me mata.
Es compleja maraña
que lentamente trata
de matar desarraigos, me rescata.​

 

Yo sé que no se trata​

de un amor tan completo cual debiera​

sin embargo me mata
pensar que ya no quiera
escribirme su amor, que es mi quimera.​

 

Si por la flor no fuera,
sería la maceta esta ciudad.
Me recuerdan su acera
las dos, como unidad,
lo bello en un estado de orfandad.​

 

Es esta soledad
que me ha hecho lanzar mi voz zarcillo
buscando intimidad
con tu cantar de grillo
para entonar a dúo un estribillo.​

 

Junto al canto del grillo
luciérnagas chispean por la alberca;
me alumbran con su brillo
cuando cruzo la cerca
con mi yegua que a veces es muy terca.

 

Con dos versos adicionales... ¡conviertes el terceto en una lira!
Un saludo cordial.

 

Y si me vuelvo terca,
ya que abarcando mucho poco aprieto,
se me afloja una tuerca,
me confundo de reto
y en el sector erróneo el verso meto.

 

Aprecio el esqueleto
de mi armario, jamás haciendo estragos.
Se mantuvo discreto
en mis tiempos aciagos.
Me comprende, entre críticas y halagos.​

 

Así como los lagos
reflejan cada día monte y cielo,
los espejos son magos
que repiten sin velo
la imagen conocida de un gemelo.

 

Si sube la marea,
voy aponer a salvo a mi cachorro.
Ved como se menea
el viento con mi gorro
y diluvia a raudales sobre el morro.

 

Escucho al abejorro
es el zum, zum de mi alma que te busca
vuela sobre el chinchorro
flor de tu voz etrusca
pero hoy no ha florecido y me ofusca.



Corregido, gracias Hermenegildo.​

 

Mi actitud, ¿será brusca
si te apunto otra vez uno de doce?
¿Será mi forma chusca
que más de uno conoce
de decir estas cosas sin un roce?​

 

Recuerda que a las doce
se romperá el encanto, Cenicienta,
y quien hoy te conoce
te observará harapienta,
no puedes esperar que yo te mienta.

 

Estimado Pi:
La conjugación de la tercera persona del singular del verbo cocer es cuece (presente de indicativo)