¡Más maderaaa!

Si tiene ojos para ver,
¡cómo no los va a emplear!,
supo con fuerza exclamar
al lado de su mujer.
En la playa frente al mar,
luego de tantas bebidas,
sus pupilas encendidas
no perdonaban bikini.
Su esposa bebió un martini
y huyó con el guardavidas*.​

* m. y f. Arg., Chile, C. Rica, EE. UU., Nic., Pan., Par. y Ur. En un lugar de baño, persona encargada de la seguridad de los bañistas.

 

Junto al muelle, en la rivera
miran el sol que se apaga
y la brisa les halaga
en la plena primavera.
La espuma blanca y ligera
flota por el mar salado,
mientras el abandonado
está sentado en la arena
muriéndose de la pena
y el corazón destrozado.

 

… y el corazón destrozado
lo liberó sin timón
a vivir la desazón
de un matrimonio acabado.
Luego de haberle entregado
lo carnal al guardavidas,
ella pensó: "Divertidas
me serán las aventuras
en playas sin ataduras,
de prácticas atrevidas."​

 

Y se van a divertir
toda la noche de copas,
muchas horas, quizás pocas,
bebiéndose el elixir
que adivina el porvenir.
Cuanto más salgas, mejor,
no tengas ningún rubor
que lo que veas de noche,
aunque te toque el fantoche,
tiene, de sobra, valor.

 

A la familia, me entono
con mis refinados cánticos,
románticos o cervánticos,
onda buena, ¡nunca encono!,
es la clave y no cuestiono
las diferencias que existan.
Estas cositas conquistan
obstáculos en la vida.
Yo no pierdo esa partida
por más que con mal me insistan.​

 

Ser soldado en una guerra,
un peón de sacrificio,
representa un duro oficio,
diría, una suerte perra.
Al ajedrez de la Tierra
se lo disputan muy pocos.
En sus delirios, son locos,
dementes peligrosísimos
que van, con egos negrísimos,
causándonos zaperocos.​

 

Causándonos zaperocos
como no saber el habla
o seguir a rajatabla
los verbos de sus sirocos
aunque parezcan barrocos.
Pero no hablemos de vientos
ni de términos violentos
que se trata de alborotos
normales en esos cotos,
no de broncas ni tormentos.

 

Veo en ti cierta tendencia
de gozar con la ecuación,
mientras que la solución
siempre brilla por su ausencia.
Si te enredas con frecuencia,
¿tal vez te causa placer?
A pesar del bachiller,
maestría y doctorado,
del verbo disparatado
eres el Gran Brigadier.​

 

Eres el Gran Brigadier,
aunque en realidad el mando
en tu casa, estoy mirando,
más bien es de tu mujer.
Te toca a ti obedecer
con estricta disciplina
cuando ordena en la rutina
con decisión y firmeza
que coloques en la mesa
los guisos que ella cocina.

 

Los guisos que ella cocina
demoníacos brebajes
son; condimentos salvajes,
dulce de leche, sardina,
tufo a sudor y sentina
completan la confección.
Que disfrutes la ocasión,
yo me voy al restaurante.
Ese platillo humeante
me causa mucha aversión.​

 

Me causa mucha aversión
la casa desordenada
toda la ropa tirada,
¿es que ha pasado un malón?
Voy a perder la razón,
si se repite el desorden...
como piratas que aborden
un barco desamparado...
la sonrisa me ha quitado
que tus defectos engorden.

 

Que tus defectos engorden
como la mosca en la miel
a pesar de serte fiel,
parece divina orden
que mis deseos zaborden
en las orillas del odio.
Quizá el cloruro de sodio
de este mar sin esperanzas
curta por fin tus andanzas
en su final episodio.​

 

En su final episodio
sin quererlo me dormí
y entre sueños accedí
a un mundo nuevo sin odio
y encontrè a mi àngel custodio
que perdí cuando era niña
él me llevo por la viña
a comer uvas de miel
en un florido vergel
con fresas y agua de piña.

 

Con fresas y agua de piña
su gente me agasajó
en el lar de Mar de Ajó,
lo recuerdo con morriña.
Ella era solo una niña
y yo un rebelde mocoso.
Hay algo de majestuoso
en ese primer amor.
Aunque venga uno mejor,
resulta maravilloso.​

 

Resulta maravilloso
el rememorar la infancia
de juegos y de vagancia
todo el tiempo sin reposo.
Eran momentos de gozo
con infantil emoción,
sin mayor preocupación
cada día paso a paso,
no obstante que un batacazo
nos produjera un chichón.

 

¡Nos produjera un chichón
cada golpe de ignorancia
oído desde la infancia
hasta que nos llaman “don”!
Lo verdadero es ficción,
¿lo banal?, ¡palabra santa!
Una biblioteca espanta
y lo grosero es imán
que recita un charlatán
para la chusma que canta.​

 

Para colmo de los males
que les tocó padecer,
“huelga” dijo la mujer
de los placeres carnales.
Pararon guerras bestiales
Lisístrata* nos relata.
“Aquí ya nadie se mata,
o se mueren de apetito”,
dijeron, pues no es delito
no encender esa fogata.​

* Me refiero a la obra de la Grecia clásica de Aristófanes

 

No encender esa fogata,
de plano es insensatez;
si no se hace cada vez
se puede secar la mata.
De prenderala, eso se trata,
y así la vida se aluza
de una placidez profusa.
Por eso no hay que olvidar
que se puede marchitar
todo lo que no se usa.

 

Todo lo que no se usa
un pecho frío lo arrumba
como si fuese un tumba
donde yace nuestra musa.
Es sinfonía inconclusa
una vida en el glaciar
donde nunca existe amar
a morir, feliz y loco.
A degustarla convoco
como si fuera un manjar.​

 

Carbunclo rojo.

Como si fuera un manjar
disfruto la poesía
pues su fino arte me guía
y siempre me hace gozar
lo que al alma hace vibrar.
El alma, carbunclo rojo
de energía movimiento
que sufre gozo y tormento
y vibra con el enojo
me emociona hasta el sonrojo.

​

 

Me emociona hasta el sonrojo
tu tanguero cabeceo.
Me invita sin merodeo
ese vestido tan rojo
a quitarnos el cerrojo,
el de la piel en entrega.
La orquesta, paciente, agrega
el ingrediente preciso.
Nos vamos dando permiso.
La pasión no nos lo niega.
​

Nota: El "cabeceo" en un baile de tango (milonga) es la manera de invitarse a la distancia a salir a bailar. En el presente, ya no lo ejerce solo el hombre.

 

Retiro la vestimenta
de este desprolijo armario.
Por lo que me pongo a diario,
eso no me representa.

Supe ser a los cuarenta
un poquito estrafalario.
Terminaré con prontuario
si en la calle, con noventa,

luzco atuendos de bufón.
No reniego del humor,
pero sin exagerar.

Si bien sigo cachondón,
hay cuestiones que el honor
prefiere no recordar.​

 

Prefiere no recordar
esos tiempos de violencia,
esa sombra en su presencia
que tanto llegó a dañar.
Mas no pueden olvidar
los males que les hicieron
a aquellos que le sufrieron
en su furia enloquecida
que encontró triste salida
con los que bien le quisieron.
​