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Camino

Discussion in 'Poemas Melancólicos (Tristes)' started by Jose Anibal Ortiz Lozada, Aug 20, 2025 at 5:52 PM. Replies: 0 | Views: 33

  1. Jose Anibal Ortiz Lozada

    Jose Anibal Ortiz Lozada Poeta adicto al portal

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    ¿A dónde?
    Ni yo lo sé.

    El mundo es grande y yo apenas soy una sombra con zapatos rotos.
    Un vagabundo, eso dicen, pero yo me nombro distinto:
    soy la basura donde los corazones rotos vienen a dormir.

    Los cargo como si fueran monedas viejas,
    como si fueran pan duro guardado para nadie.
    Un corazón de mujer que se cansó de esperar,
    un corazón de hombre que se rindió de tanto prometer,
    un corazón de niño que nunca aprendió lo que es la risa.
    Los guardo en mis bolsillos y me pesan,
    me queman, me muerden, me laten sin latir.

    No me den pan, no me den techo, no me den ropa:
    denme un poco de ternura,
    un pedazo de cariño que me alcance hasta la próxima esquina.
    Porque el hambre se calma con mendrugos,
    pero la sed de afecto no se apaga nunca.
    Y yo, que tengo tanto dolor prestado,
    tanto amor deshecho ajeno,
    sigo más vacío que la luna cuando se esconde.

    Duermo en plazas con el frío mordiéndome los huesos.
    Abrazo amores que ya no existen,
    escucho las promesas que quedaron colgadas en un balcón.
    He visto mujeres llorando en los autobuses,
    hombres bebiendo su rabia en vasos de plástico,
    niños rompiendo sus juguetes porque alguien rompió su casa primero.
    Yo me acerco, recojo esos pedazos,
    y camino.

    Nadie me llama.
    Los nombres son para los que alguien espera.
    Yo soy “ese loco”,
    “ese mendigo”,
    “ese que habla solo”.
    Pero en mis ojos —si alguien se atreviera a mirarlos—
    están todos.
    Tus fracasos, tus cartas que nunca enviaste,
    tus besos que se quedaron temblando en la boca,
    tus abrazos que jamás llegaron a tiempo.
    Todo lo que perdiste,
    todo lo que no supiste sostener,
    yo lo llevo conmigo.

    A veces río, para engañar al silencio.
    A veces lloro, y ni la tierra quiere mis lágrimas.
    Se evaporan antes de tocar el suelo,
    porque el suelo también se cansa de tanto dolor.

    Camino, sí.
    Y cada paso es un réquiem,
    cada sombra que atravieso es un altar,
    cada banco en el que me siento
    se convierte en confesionario.

    Soy un hombre roto que recoge los restos de otros hombres rotos.
    Soy el testigo invisible de la ternura que nunca llegó.
    Soy el sepulturero de los besos no dados,
    el guardián inútil de las caricias que nunca se atrevieron a nacer.

    Y aun así, en esta carga imposible,
    hay una chispa de luz.
    Porque de tanto andar entre ruinas aprendí
    que hasta los corazones destrozados iluminan.
    Que la herida, cuando sangra mucho,
    deja un resplandor en el camino.

    Y yo sigo.
    Sin nombre, sin destino, sin regreso.
    El vagabundo del mundo,
    el hombre que camina con corazones rotos
    y que, sin saberlo,
    lleva también la última esperanza.
     
    #1

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