Falsedad.

Odio a las personas rebosantes de felicidad, odio y aborrezco de una manera sumamente gigante las personas que sin ningún inconveniente fingen que son felices. Odio inmensamente a las personas cuya adorable personalidad no solo es irritante con cada “ito” que ponen al final de cada palabra, no solo banal con cada “yei” que pronuncian por sus escarchadas bocas, no solo boba con ese tonito suave de mierda que utilizan como si de un culicagado se tratase sino que también es a estrategia de identidad más vacua, insulsa y obstinada que puede un infra-ser para identificarse. Y sin embargo, carente de matices o cualquier otra característica original de si es aceptada por aquellas que no me ofrecen su amistad. Quiero morir ya.