Para siempre-.

Destrozados cuerpos, atended:

yo era...mas dejad a los niños, ahora sí,

escuchad. Era la escuela y la parra podrida,

el sarmiento incólume, y la verborrea inexacta.

Aquel temperamento del invierno, en su maciza

espontánea. Era un absceso de nieve en los púrpuras

del cielo, una nube sin baratijas, la serpiente rosácea

de los broncíneos brazos de Adán. Mirad, sí, ahora.

Los hijos me devoran, mis brazos, mis sostenidas piernas,

la ínclita trashumancia de los vertederos insolentes.

Mirad, el cuerpo en su ámbito devorado, un suceso de linternas

y escuálidos vientres. El abdomen impermeable, la secuencia

de lluvias, el relámpago siempre atroz. Una luz

desvanecida, mis ojos, mis labios, y sus secretos.

Para siempre destruidos-.



©

 

Esta obra, que incluso tiene notas surrealistas, transmite una gran tristeza y desolación.
El alma sombría que es inherente a todos los seres humanos.
Cuando leo un tema triste siempre deseo que sea solo ficción de un excelente poeta.
Fue un gusto leerte, Ben.
Un abrazo.

 

Muchas gracias Cecilya; es mitad ficción y mitad recreación. El desamor y la decepción, siempre llevan aparejadas una buena dosis de ambas. Uno, o una, miente y se miente, para seguir recreándose, eternamente, en la imagen del ser amado; por mucho tiempo que haya pasado o no. Mil gracias, un abrazo amiga!!