Retazo.

Una pequeña plegaria antes del desayuno sobrelleva la colisión de dos mundos en pena
cientos de cantos repudian la soledad de aquellos que no se apiadan
es la remuneración de los muertos la que no permite la entrada de las huestes a la bóveda celeste
son solo cosas que recuerdo o devaneos en los que me someto para respirar algo que no fuese concreto.

El polvillo húmedo de las calles en la mañana
el crujir pausado del caucho hirviente de los camiones a llenado esta breve caminata
el humo que vierten estas bestias de metal, se abalanza sobre mi
regresando mi alma a este cuerpo vacío y roto que se acuesta sobre el pavimento.

Existen en realidad pocas esperanzas para mí, no hay canticos ya de allí de donde nací
y si los mismos existiesen estos no serian mas proclamado al viento de la montaña
ya que el mismo es una mezcla putrefacta de smog y hollín.

Que seria de los viejos arboles que me encomendaste al venir aquí
en donde se encuentran ahora los ciervos que correteaban por las quinoas
no existe nada aquí.


Nada…


Solo esta realidad incesante e hiriente que repele mis palabras y hela estas lagrimas
solo el vapor incandescente que vuela rastrero sin tocar la empedrada.


Al final de todo esta es solo una pequeña plegaria, sin destinario fijo
una sentencia que resuena aun entrada ya la mañana.