Sami

Sami, a qué se debe esa sonrisa y esa pregunta
tan cercana a mi encuentro.
No pude reconocer esa familiaridad
con qué te acercabas
para decirme algún secreto
desconocido aún para mí;
fueron dos sonrisas inesperadas:
la tuya y la de él.
Tal vez mi miopía no pudo percibir
el vuelo de las palomas mensajeras
posadas en mis recuerdos.
Te pido que vuelvas a acercarte;
porque me gustaría saber
que esconden tus sienes,
los cabellos lacios,
y tu juguetona voz.
Aún estás a tiempo
de desnudar los secretos
que yacen escondidos
en la zóna béntica de los oceanos.
Tal vez si tú me hablas al oído
con esa complicidad conocida
pueda yo robarle a ella un cálido abrazo
y un beso...hasta la eternidad.

 

Eso dependiendo de quién es ella

 

Sami, fue a una joven que me encontré una vez mientras estaba de compras, estaba con su esposo; los tres sonreímos casi al tiempo por una solicitud de préstamo que hizo a su compañero mientras yo realizaba el pago. Es un suceso que quedó grabado en mi memoria por su familiaridad; el tema es que el tiempo ya había borrado los vestigios de la memoria, y no pude reconocerlos en ese instante. Yo era el ciego y ellos guardaban la complicidad de la sonrisa en el secreto.

 

Hechos de la vida (según relata el autor) y que ha motivado
este profundo poema; el cual... está muy bueno.
Cordialmente: