Sigo llamando

Sigo llamando


Pago tributos diarios
que amortiguan mi destino
a los dioses de la tragedia
cuando las mujeres llaman.
Hades me dijo
que hay un lugar especial en su hogar
para la filosofía de la belleza.
Afrodita, que nació condenada.
Me mantengo ingenua,
porque las imposibilidades
de mi pobre madre
gotean en mi cabeza
como el suelo sobre el ataúd.
Si hubiera heredado sus ojos.
¿Qué vería reflejado?
Si no tuviera sus labios.
¿Podría defenderla?
Si su madre hubiera callado.
¿Podría ella defenderme a mí?
Porque sigo intentando que conteste
cuando el teléfono está desconectado.
Y sigo tocando la puerta
aunque la desconfianza de un hombre
la haya tirado abajo.
¿En dónde está ella ahora?
Cuando la noche llega
y sus aversiones duermen a su lado,
yo en el medio,
¿es esa su moraleja?
La inexperta convivencia
con aun amor milenario.

Es distinto ver la manzana
y probarla con un tipo de arrepentimiento
que es casi bíblico;
adiestrado e ineludible.