105 Pnte.

T.V, réquiem, alcohol
cervezas, putas, putos,
engaños, desechos.

Amargos días, dulces comienzos,
escenarios de lo no que pides
y te darán.
Que sencillo cambiar la mugre
por un jabón.

Cielos con tonalidades raros,
con azules claros, fuertes
fluorescentes.

Viejas deformes , con nalgas
esparcidas en todas sus caderas
con una nariz aguileña, si la sigues,
te guiara a los arcos saltones de un color
llamado pobreza.

Droga, cholos, machos,
policías tamarindos con
motocicletas idénticas
a las del Pedrito y Luisito.

Mamas que lavan y lavan
y lavan ropa todos los días
mientras gritan y gritan, pegando con
manos mojadas el cachete de algún
diablo que comió mas de la cuenta.

Panaderos, mecánicos,
tamaleras, memeleras.
Las misceláneas mal distribuidas
gracias al concepto de las microempresas,
están premiadas con polvo y fechas de caducidad
caducadas.

Iglesias hechas por la comunidad,
en las que cada domingo, el alcohólico
y su esposa se juntan.
Donde el policía y el homicida se
encuentran, dándose la paz.
La bendita y mentirosa paz de Cristo.

Escasa gente, fuerte, viva,
sobreviviente, son insectos
que aguantan tempestades
y mierda todo el tiempo,
se tapan con corazas llamados; las bandas,
la familia, el territorio, el yo lo encontré
primero, el es mío.

Son la canoa apaciguada,
son como las ratas que escaparon
de las otras colonias malditas
y viejas de esta Puebla en tratamiento.

Los corrieron a las afueras de
su santa fe pesimamente diseñada,
pequeño Tepito, mínima Merced,
callado Neza.

¡Mugre!,
fuego, una cárcel,
nada es único, todo robado,
todo a lo prestado,
venden muebles viejos,
mesas sin patas, muñecas
tuertas, ropas apestosas con
buenos colores pertenecientes
a una década de distancia.

¡Mugre en las calles!,
Porquería encontrada
en cada esquina,
entra como huésped principal
hasta mi casa rentada,
hasta mi canija morada.

Yo formo parte de esa colonia madre
y es formidable, inaudita,
sencilla, pegajosa, tienes que tener
los ojos bien abiertos para
cuidar la voluntad y tu mandato.

La mujer de los tres dedos, que
cuida a sus nietos y a los perros
me ofrece cigarros agarrados
inexplicadamente por su deformidad.

El varón de los rancios helados
tocando sus boleros.
Que placer poder escucharlos
aunque no he probado uno ,
veo a las niñas con faldas garigoleadas
comérselas.

Como se me antojan, cuando paso,
pero llevo prisa, prisa.

 

Excelente descripcion a este plagio de sociedad de mierda. Aunque mi comentario tampoco crea en la mentirosa paz de Cristo. Un gusto pasar. un abrazo.

 

Tu mirada poética lo examina todo,
lo privado y lo social, un espacio doméstico y una escena pública, la colectividad. en todo dejas un toque de poesía, a veces una voz desgarrada.

carlos